Al norte de Zúrich, allí donde la vegetación empieza a ser protagonista de la ciudad, catorce bloques residenciales construidos en los años setenta repiten un mismo esquema, diferenciándose unos de otros mediante pequeñas variaciones de altura y ligeros retranqueos en su posición. De planta casi cuadrada, estos cuerpos de estructura de hormigón y envolvente enfoscada rompían la severidad de sus aristas con balcones de petos ciegos que sobresalían simétricamente en cada esquina. La necesidad de dotarlos de un aislamiento térmico acorde con las exigencias actuales ha brindado la oportunidad de replantear su imagen y mejorar las condiciones de habitabilidad.

Una nueva piel se ciñe ahora sobre su perímetro, recuperando con nuevas aristas la rotundidad del prisma que el proyecto original trataba de desdibujar. El aislante térmico se fijó por el exterior para garantizar su continuidad y evitar puentes térmicos, oculto tras placas de fibrocemento cortadas en un formato tendido semejante al de un entablillado de madera. Desde un cromatismo de grandes contrastes se quiere subrayar la nueva definición volumétrica: los frentes norte y sur son de color antracita, mientras las caras este y oeste adoptan el intenso tono rojizo de las stugas o cabañas de vacaciones suecas. El deseo de mostrar la delgadez de la nueva envolvente y de dotar al prisma de encuentros nítidos entre sus caras, llevó a elaborar una solución de esquina a medida, con un angular oculto que evita el aparatoso tapajuntas superpuesto previsto por el fabricante del cerramiento.

Para evitar un aumento excesivo de costes —que inevitablemente repercutiría en la renta de las viviendas, todas ellas de alquiler— las medidas de rehabilitación más drásticas se concentraron en la fachada oeste. Allí, los pequeños balcones existentes se incorporaron parcialmente a cada apartamento, proporcionando un entrante para el comedor que se comunica tanto con la cocina como con el salón. Por el exterior se han añadido además grandes terrazas continuas de 1,80 metros de ancho que recorren toda la fachada. De estructura metálica, sus losas fueron utilizadas como andamio para instalar los ventanales de suelo a techo que sustituyen los pequeños huecos originales, minimizando las molestias a los inquilinos durante la ejecución. Unos antepechos de lamas horizontales de abeto —pintadas también de rojo y atornilladas a unos bastidores metálicos— transforman el carácter aditivo del alzado inicial en un biombo ligero y continuo que zigzaguea entre los árboles, como un estandarte de colores que anuncia la nueva vida del edificio... [+]