La falta de espacio público de calidad es una de las mayores deficiencias de Santiago de Chile. Con más de seis millones de habitantes, y pese al respaldo que ofrece el crecimiento económico sostenido a lo largo de las últimas décadas, el desarrollo urbano no ha sido planificado adecuadamente como para proporcionar espacios verdes que concuerden con la escala metropolitana de la capital. La construcción de una ruta verde suficientemente extensa era uno de los proyectos que la ciudad tenía pendiente realizar para mejorar su red de espacios públicos urbanos. Uno de los lugares idóneos para albergar un paseo de este carácter era la ribera del río Mapocho, que finalmente fue ocupada por autopistas y comunicaciones. El cerro de San Cristóbal, un brazo que se desprende de la cordillera de los Andes hacia el sur y se adentra en el valle de Santiago, fue finalmente el lugar elegido. El cerro albergaba un parque metropolitano, con un antiguo canal de más de diez kilómetros que recorría sus laderas. El nuevo paseo sigue la huella dejada por el canal y aporta cuatro nuevos kilómetros para cerrar el perímetro del cerro, dividiendo la actuación en cinco tramos que van conectándose con el tejido urbano inferior y con el parque Bicentenario de la Infancia, situado en la ladera a poniente.