La vivienda forma parte de una iniciativa privada en la que se ha invitado a ocho arquitectos japoneses (entre ellos Sejima, Nishizawa, Kuma, Fujimoto e Ishigami) y a otros tantos chilenos a proyectar una casa de vacaciones en Los Vilos, un agreste entorno natural situado a 250 kilómetros al norte de Santiago de Chile.

No hay un cliente concreto para la casa, sino unas necesidades básicas: cuatro habitaciones, una zona de estar-comedor, cocina, aseos y una bodega, distribuidos en 250 metros cuadrados. Con esta premisa tan general, el proyecto da pie a cierto primitivismo, que se expresa en su forma, semejante a la de un dolmen o tótem levantado en el paisaje.

Como si fueran rocas intemporales varadas en la playa, tres poderosos cuerpos de hormigón armado —un plinto de zonas comunes sobre el que se levantan una torre de habitaciones y un gran lucernario— organizan el programa de un modo ajeno a los lugares comunes que son típicos de la arquitectura doméstica, al tiempo que establecen un diálogo con el paisaje abrupto de la costa del violento Océano Pacífico...[+][+]