En un intento por capturar tanto el peso físico como conceptual de ese mundo aéreo del gran salón, el pabellón es una pequeña habitación elevada que se soporta en cuatro columnas ciclópeas. La sala tiene una planta cuadrada y las columnas una circular. Apenas contenida entre muros bajos, esta estancia íntima queda abierta a la decoración dorada de los techos del salón. Oculto desde el suelo, este mundo aéreo recupera un sentido de conexión con la luz natural del exterior. La pieza se puede entender como un dispositivo enigmático que invita al visitante a abandonar el estrato cotidiano del espacio expositivo para habitar su dimensión vertical. La estructura establece tres momentos: la experiencia colectiva y abierta bajo la plataforma y entre las robustas columnas; la sensual experiencia individual de subir o bajar por la rampa o las escaleras; y la sorpresiva aunque familiar experiencia colectiva de estar sobre la plataforma, casi tocando las bóvedas decoradas, los ángeles de oro, los tirantes de acero o los lucernarios del edificio histórico. El pabellón está hecho de madera de pino, con su acabado natural claro y suave. Los carpinteros que prefabricaron cada pieza en Chile viajaron a ensamblarlas en la galería. De algún modo, esta esquemática construcción hecha a mano polariza una percepción a la vez íntima y monumental.