Museo Roger Raveel, Machelen
Stéphane Beel 

Museo Roger Raveel, Machelen

Stéphane Beel 


Marc Dubois

El proyecto de este museo se remonta a 1991, año en que se presentó, como parte de la exposición belga, en la sección de arquitectura de la Bienal de Venecia. Tras un largo proceso podemos ver ahora cómo se ha materializado en Machelen la idea de Stéphane Beel acerca de «el poder de la discreción para hacer posible la vida». Con una lógica casi irritante, el arquitecto ha interpretado una a una las peculiaridades del lugar, logrando el equilibrio que buscaba entre las características de la ciudad y la obra de Raveel, y acertando plenamente en el modo de relacionarlas.

La obra de Roger Raveel (1921) ha estado siempre ligada a esta pequeña población a orillas del río Lys. Con su ‘nueva visión’ pictórica, en los comienzos del expresionismo flamenco, este artista ha sido muy influyente en Bélgica y Holanda durante los años cincuenta y sesenta. Para Raveel, vivir y trabajar en Machelen fue una elección consciente, basada en su búsqueda de lo universal partiendo de lo cercano. Machelen puede calificarse de muchas maneras, pero pintoresca no es precisamente una de las más acertadas: es un cúmulo de fragmentos, un racimo de construcciones sin principio ordenador, un lugar olvidado donde la vida cotidiana guarda todavía auténtico valor; alrededor de la iglesia se conserva aún el viejo cementerio y una rectoría. Pero con su obra, Raveel no aspira a apropiarse de la ciudad: quiere establecer un diálogo entre el arte y su entorno más inmediato, buscando, dice, «el flujo del marco ambiental.»

Economía figurativa
En la colección de Raveel se conservan muchas de sus obras primeras, y la idea fue poder exhibirlas junto al resto de su producción. La personalidad del artista y la naturaleza del encargo han permitido a Beel proyectar un museo basado en su idea de economía figurativa. Los contornos de tres solares contiguos y oblongos dictan las trazas del nuevo edificio: una espina de construcciones concebidas como un volumen único, de las cuales la porción central alberga el museo propiamente dicho, flanqueado por un parque público con la entrada a las salas y por una franja de terreno que, en dirección a la iglesia, crea un jardín pequeño y recoleto, cuya forma determina incluso la doblez en el volumen construido. Para Beel proyectar significa algo parecido a hacer una radiografía, dejando visible lo que simultáneamente se esconde y está presente en cada situación concreta.Aquí se trataba de poner de manifiesto la esencia de la ciudad de origen del pintor, sin hacer del museo una prolongación de su obra; la arquitectura debía tener sus propios cauces de expresión. 

Y es sorprendente la integración de lo nuevo con lo existente, hasta el punto de que la vieja rectoría se incorpora al itinerario del museo para albergar al Raveel primero y su obra gráfica. Hay un eje estructural que el visitante puede recorrer y que le proporciona diversas experiencias ambientales y espaciales, de escala, iluminación e intimidad; una suerte de promenade architecturale física y emotiva. Como una serpiente, el edificio se muestra simultáneamente presente y ausente, ofreciendo las vistas más valiosas de los jardines vecinos, del campanario o de los muros que son también motivos de los cuadros. Se establece así una dinámica de intercambio entre arte y arquitectura, en la que las pinturas de Raveel se proyectan casi literalmente fuera de sus marcos. No hay duda de que Beel ha sabido interpretar uno de los temas más queridos del artista, el del ‘marco vacío’, y lo ha hecho en el juego de proporciones entre los distintos espacios y en el cuidadoso dibujo de los huecos. 

Incluso el extenso perfil escalonado del edificio y el tratamiento exterior aplicado a sus muros —a base de hormigón y ladrillo pintados de blanco, como las salas— entonan más que contrastan con la arquitectura rural de la región. Beel define su obra como un «sendero alternativo y a cubierto en un jardín», un paseo que no termina en el interior y cuyo objetivo no se limita a mostrar la obra de Raveel. Dejando que la banalidad serena del exterior penetre en el museo, el arquitecto ahonda en las relaciones del artista con su medio...[+]


Obra
Museo Roger Raveel, Machelen-aan-de-Leie, Bélgica. 

Arquitecto
Stéphane Beel. 

Colaboradores
Luc Reuse, Maur Dessauvage, Pieter Jacobs, Thierry Rondas, Barbara van Biervliet, Trice Hofkens, Hans Lust, Isabelle Dierickx, Regis Verplaetse, Jan De Vylder; Dirk Jaspaert (estructura); Studiebureau Boydens (instalaciones). 

Fotos
Christian Richters.