Museo HetValkhof, Nimega
UNStudio 

Museo HetValkhof, Nimega

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Ludger Fischer

El tamaño de una cosa se puede subrayar enfrentándola a otras menores, y en Nimega esto es algo que los promotores de edificios públicos saben ya desde el siglo XVI. Por ejemplo, en el angosto St. Stevenskerkhof, donde la escuela latina de 1545 aparenta ser un gran edificio enfrentado a las casas que se apiñan junto a la iglesia, aunque sólo consta de dos alturas.

Con el nuevo museo Het Valkhof, esta tradición de saltos de escala se mantiene. Una plaza triangular guarda las distancias con el casco histórico, de manera que el centro cultural ‘De Lindenberg’ parece lejano, enfrentado al indiferenciado prisma de vidrio del museo, cuyo principal atractivo reside en las distintas reflexiones que su fachada opaca ofrece a lo largo del día. El efecto plástico de este plano se obtiene mediante el muro cortina, que produce la sensación de envolver tres pisos progresivamente sobresalientes en vez de una única altura. 

Las dimensiones del edificio se perciben mejor desde la distancia. Los visitantes pueden acceder a un impresionante frente de trece puertas dobles por una rampa tendida a lo largo de sus ochenta metros de fachada o por una escalera exenta, para encontrarse en el vestíbulo con una escalinata que renuncia a toda modestia. En un ancho de quince metros, los arquitectos Ben van Berkel y Caroline Bos de-muestran de forma literal lo que en sus escritos describen como «gran detalle».

Ejecutada con precisión, su sobriedad material —barandillas de madera y escalones de hormigón pintado en gris claro— suaviza en cierta medida la impresión monumental de la escalera. Van Berkel y Bos saben romper la proporción; pero un museo que de sus 6.000 metros cuadrados de superficie útil destina sólo 2.700 a fines expositivos, revela también la ambiciosa gestión de la comunidad de Nimega y la administración provincial de Gelderland, que quisieron albergar en una sede única los fondos del museo provincial G. M. Kam y del Commanderie de Sint-Jan. 

Con el sistema de muros paralelos que organizan la zona de exposiciones —pretendidamente flexibles pero absolutamente rígidos en la práctica—, los arquitectos sostienen incluso haber llevabo a cabo una nueva tipología de museo. Los visitantes disponen en teoría de 88 caminos para su propio viaje exploratorio a través de los fondos de la colección, que a pesar de su procedencia heterogénea y su presentación por separado se funden en una unidad histórico artística. 

Desde la escenificación escultural de la escalera, los visitantes se enfrentan al plano de vidrio que cubre toda la fachada este. Desde el interior se puede reconocer el contexto urbano de la muralla de la ciudad. Como una segunda muralla, el nuevo museo se sitúa dentro de la fortificación barroca y se abre con grandes huecos hacia el Waal, presentándose cerrado hacia la ciudad con el muro cortina de vidrio translúcido, en el que las ventanas se practican a la altura del tobillo. El falso techo de la planta de exposición está formado por lamas sinuosas de aluminio, que difunden la luz de las luminarias en su trasdós sobre los fondos sobriamente expuestos. Pensadas como un nuevo elemento arquitectónico en contraste con la rigidez del sistema de muros, dan la sensación de que uno se encuentra en un edificio prefabricado, tanto se acerca el in-terior del museo a las concepciones de los primeros setenta. En la era de las simulaciones por ordenador, sorprende asimismo que el efecto de luz y color producido por estas lamas sólo se pudiera comprobar mediante la construcción de un prototipo.

Secuencia ininterrumpida
La iluminación homogeneizadora se corresponde también con la presentación de los objetos. En vitrinas de hasta 36 metros de longitud se muestra artesanía y «restos urbanos desde 1300 hasta 1900». Mientras lo expuesto se unifica de esta forma, los arquitectos necesitaban responder con una provocación a la serenidad del montaje. En el interior,Van Berkel y Bos han buscado el encanto de un loft; son la amplitud espacial y la luminosidad y no los materiales nobles los que deben aportar la sacralidad al espacio museístico. Todas las superficies —escalones, muros y techos— se extienden sin interrupciones para configurar un espacio fluido y dinámico. 

El estudio holandés ha descrito el lenguaje sin vínculos del museo HetValkhof como «supermoderno », pues apela a los sentidos y no tanto al intelecto, como lo hacían los ejemplos posmodernos. Pero, ¿es por eso por lo que este edificio tomacomoreferencia «otra realidad»? De ser así, esta realidad sería en todo caso la del diseño urbano, del que esta arquitectura es sin duda parte integrante. Cuando se inauguró el museo, el alcalde alabó la iluminación y la inserción urbana en el contexto histórico; el comisario provincial destacó el impresionante frente de vidrio; y el encargado de cultura se refirió a la aparente transparencia que despierta curiosidad. El emplazamiento está, en cualquier caso, cargado de historia: después de un campamento romano, aquí se erigió un castillo de Carlomagno que fue sustituido por otra construcción que aparece representada en un cuadro de Jan van Goyens conservado en el museo. Ya en este siglo, el solar se usó como aparcamiento y campo de minigolf. Habría sido necesaria una mayor dosis de valentía para renunciar al gesto monumental...[+]


Obra
Museo Het Valkhof, Nimega. 

Cliente
Fundación Museo Het Valkhof de Nimega. 

Arquitectos
UN-Studio / Ben van Berkel & Caroline Bos. 

Colaboradores
Henri Snel, Rob Hootsmann, Remco Bruggink, Marc Dijkman, Hugo Beschoor, Jacco van Wendergen, Luc Veeger, Carsten Kiselowsky. 

Fotos
Christian Richters.