El proyecto se inserta en el corazón de la trama cuadriculada que dio origen a la ciudad de Santiago en 1541, matriz que se constituyó en el paradigma urbano de las Leyes de Indias en América. Sobre buena parte de esta cuadrícula reposa, todavía, la arquitectura continua y compacta que reafirma —de manera inequívoca— la relación entre forma edificada y trazado urbano.

Sin embargo, el explosivo desarrollo que desde fines del siglo XX ha tenido la ciudad en este sector dio paso a una pérdida sostenida de los atributos urbanos de que gozara este trozo de ciudad hasta hace unas pocas décadas, cuando aún hacían presencia allí los valores de la ciudad histórica. Las fracturas urbanas, que hoy se manifiestan en una crisis de escala y densidad, constituyen un desafío que no será fácil neutralizar.

El edificio se ubica en la esquina de la calle Catedral, una de las más tradicionales del casco histórico de Santiago, y la avenida Norte-Sur, una de las intervenciones urbanas más brutales en la historia de la capital, que a finales de la década de 1960 dividió en dos el centro de la ciudad.

Contigua al solar por el límite oriental se ubica la iglesia de Santa Ana, bella expresión de la arquitectura religiosa chilena del siglo XIX. Allí, en medio de estas contradicciones históricas y urbanas, se levanta el Ministerio de Desarrollo Social.

En el contexto descrito, la idea de contención surge como la respuesta más apropiada para resolver el encargo. De ahí que se propusiera un paralelepípedo regular, compacto y continuo, cuya altura no compitiese con el edificio histórico aledaño, permitiendo que éste mantuviera su jerarquía urbana. La neutralidad volumétrica hizo posible, de paso, articular las disímiles realidades que rodeaban el proyecto.

Una celosía vertical de hormigón prefabricado fue el recurso utilizado en la fachada para establecer una distancia y un tamiz de protección frente al entorno inmediato. El edificio tiene seis plantas de altura y cuatro adicionales bajo rasante (la primera de ellas habitable y el resto destinadas a estacionamientos), y se desarrolla en torno a un patio central que permite llevar luz natural a toda la extensión de la planta. Al interior de este espacio central se propusieron tres pabellones-puente que acogen en su interior salas de trabajo. Sobre estos puentes se proponen terrazas como espacios abiertos para el encuentro y el trabajo informal. Esta estrategia permite crear, al interior del edificio, un claustro silencioso y calmo, ajeno al tráfago urbano, desde donde se tiene una visión tridimensional del espacio de trabajo.