Construido en la última década del siglo XVIII y diseñado por el italiano Joaquín Toesca y Ricci (discípulo de Francisco Sabatini), el Palacio de La Moneda es uno de los edificios neoclásicos más bellos de América del Sur, y ha funcionado como sede del Gobierno de Chile desde 1845. Originalmente estaba rodeado por manzanas compactas, y su fachada sur no existía, pues el edificio estaba pareado con construcciones aledañas.

En la década de 1930 Karl Brunner propuso demoler la manzana norte, frente al acceso principal del palacio, y también las casas con las que colindaba por el sur. Se le confirió con ello una nueva dignidad, haciendo de él un monumento aislado, con sendas plazas sobre sus dos fachadas principales, la norte y la sur. La actual fachada sur fue encargada en 1930 a Josué Smith Solar, quien siguió con rigurosa disciplina los trazados neoclásicos preexistentes.

En 2005, y en el marco de la celebración del Bicentenario de la República, se terminó de construir este centro cultural en la zona sur del palacio, área hasta entonces destinada al estacionamiento de vehículos. Allí se propuso una terraza que extendió el interior de los patios hacia el espacio público. Bajo esta explanada se construye el Centro Cultural Palacio La Moneda, donde se dan cita diversas expresiones de la cultura, tanto locales como internacionales.

Para conservar y reafirmar el protagonismo del palacio neoclásico, el centro se construye como subterráneo, evitando así cualquier competencia con el edificio histórico. Los patios hundidos, a 6,5 metros de profundidad a ambos costados (este y oeste) de la terraza urbana, se relacionan con las calles aledañas a través de rampas y escaleras que hacen fluir la actividad hacia el interior del centro cultural. Una vez bajo la superficie, se accede a un espacio urbano cubierto, estructura inédita en la ciudad, donde se desarrollan actividades comerciales y servicios que acogen el libre tránsito de los visitantes. Desde este balcón circundante se logra una privilegiada situación de dominio visual sobre el patio central que articula las distintas salas de exposiciones y el auditorio.

La rampa que desciende hasta 14 metros de profundidad conduce al nivel inferior del centro, para desde allí recorrer las salas de exposiciones. Atendiendo al carácter multicultural del espacio, estas se conciben como contenedores neutros, capaces de adaptarse a diferentes tipos de solicitaciones museográficas. La vegetación y la luz natural —que se cuela por losas de cristal dispuestas entre las vigas del techo— crean una atmósfera tal que permite al visitante desvincularse completamente de una sensación subterránea del espacio.