Iglesia de Sankt Engelbert, Colonia
Dominikus Böhm 

Iglesia de Sankt Engelbert, Colonia

Dominikus Böhm 


Para el espacio católico, con su tradicional configuración axial, lo redondo sugería en 1920 la nueva voluntad eclesial de congregar a los fieles alrededor del altar, de recuperar la participación laica en los ritos de trascendencia, cada vez más individuales pero también cada vez menos asequibles: volver desde el Introibo ad altare Dei hacia el Deus in nobis. El prolífico constructor alemán de arquitecturas religiosas Dominikus Böhm hizo realidad la idea en la iglesia de Sankt Engelbert, donde se encuentran referencias a las fascinantes estructuras parabólicas de la época, que compartían un sentimiento gótico y matemático, como el de Antoni Gaudí, con la fuerza del hormigón de los ingenieros.

Böhm dispone los arcos como los nervios de un ábside gótico, unidos por la clave, y tiende entre ellos bóvedas de sección semejante. Desde fuera, el resultado es una forma nunca vista. Al cubrir las bóvedas con una ajustada piel de escamas de zinc, el trasdós de las bóvedas se hace aparente y brillante. Su sección parabólica se dibuja sin estorbos en el encuentro con la pared cilíndrica de ladrillo rojo que ciñe la iglesia. En el interior, las bóvedas se apoyan en arcos extraordinariamente perfilados de hormigón, bajo los cuales viene a la memoria el espacio remoto y místico de los ábsides góticos, cuyas nervaduras se juntan como las de un paraguas, el espacio más inaccesible y poético de las catedrales, que flota en el resplandor de los vitrales y en el esplendor de los retablos.

Pero aquí no existe el Einfühlung romántico del contraste entre la oscuridad de las bóvedas góticas y la luz coloreada que entra por las vidreras, una poderosa representación de la luz que resplandece en las tinieblas. A diferencia de la envolvente exterior —de fuerte textura y color—, el espacio interior de la iglesia es neutro y oscuro; todo es una superficie continua de revoco monocromo —desde el suelo hasta la clave— sin más definición espacial que las aristas de los arcos y de los muros. Sólo las pequeñas luces en lo alto de los paños laterales, que se turnan en filtrar el sol, dan relieve a la estructura. El interior resulta más dramático que místico porque Böhm ha retrasado el paño parabólico del altar, formando un ábside lo bastante profundo para abrir a un lado una gran ventana de luz blanca hacia el jardín, que convierte el presbiterio en una suerte de escenario violentamente iluminado. Con el modelado de todo el presbiterio a base de aperturas parabólicas en paredes curvas se organiza una escena extraordinaria, digna del mejor expresionismo cinematográfico alemán. Aquí, como en el cine, la luz y las sombras se refuerzan mutuamente, y así la arquitectura de la iglesia enfatiza la escenificación del misterio en un oficio religioso que es como un drama en blanco y negro... [+]