Iglesia de Atlántida, Canelones
Eladio Dieste 

Iglesia de Atlántida, Canelones

Eladio Dieste 


La Iglesia de la Atlántida presenta una condición especial y ya rara en su momento; como los proyectos del Movimiento Moderno heroico, es un proyecto hecho desde la necesidad. Es también la respuesta de un ingeniero al mismo tiempo avezado en la construcción de estructuras singulares, y timorato frente al encargo de una estructura llena de significado social y eclesial. Dieste actúa con la libertad y la seguridad de los ingenieros de 1900 y propone su método de pantallas y bóvedas de cerámica armada calculadas de forma empírica para el proyecto de la nueva iglesia, que debe construirse con una extrema economía en el barrio donde se aloja el personal y el servicio del balneario Atlántida. Sobre esa seguridad del constructor tiene que explorar por primera vez el doble significado de la forma y del rito, y para ello se sirve de su conocimiento de la liturgia y, sobre todo, de su intuición religiosa. A Dieste no le cuesta encontrar metáforas tradicionales en la forma de la iglesia y tampoco enunciar alguna nueva; sabe señalar el tertium comparationis que permite la interpretación de la forma ritual en un nuevo discurso, y sabe que su oficio de ingeniero curvador de superficies cerámicas puede trascenderse en significados poéticos mediante el recurso a los propios términos de la obra civil.

El proyecto de la iglesia acepta un trazado convencional, casi como los almacenes que Dieste ha construido hasta esa fecha, sobre una planta rectangular y axial. Sólo la cripta con la entrada en el exterior parece un hallazgo; se trata de la capilla bautismal que interpreta el rito como un descenso seguido de una subida hacia la luz y hacia el espacio de congregación de la comunidad eclesial. A partir de la traza recta, los muros se elevan siguiendo la directriz de armaduras ondulantes. Se diría que las armaduras y la cerámica se tejen como los mimbres de un cesto, y con parecida sabiduría práctica, dejando que la curva del tejido proporcione la forma rígida y flexible que se necesita. Las paredes se agitan como las bóvedas a las que apoyan, formando un interior inédito ondulado y de gran pureza, que se cierra con una pantalla cóncava para el altar y un altillo con celosía para la entrada y el coro. Es en el exterior donde la construcción desconcierta, ya que en los bordes la fórmula se entiende peor; el corte de la pared y el alero que zuncha la cubierta, dejados en su pura intuición resistente, se expresan con rigidez. Pero la piedad de Dieste ha sabido dejar en el interior, a la vez elemental y sabio, pobre y espléndido, una interpretación emocionante de ingeniería civil al servicio de la arquitectura religiosa...[+]