La sede de la Fundación Louis Vuitton se sitúa en el llamado Jardin d’Acclimatation del parisino Bois de Boulogne, un enclave cuyo nombre evoca los grandes invernaderos del siglo XIX. En ellos se inspira el edificio, cuyas formas alabeadas y translúcidas emergen de un ‘jardín de agua’ que las refleja o las disuelve conforme varían las condiciones atmosféricas.

Una vez atravesada la entrada, el visitante se mueve de sala en sala, atravesando los diferentes volúmenes y capturando las vistas pintorescas del parque. Este tránsito visual de lo interior a lo exterior se consigue gracias a la configuración de la envolvente, compuesta por bloques de color blanco —asociados metafóricamente a la imagen de un iceberg— y escamas vítreas que recuerdan a unas velas. Los 19.000 bloques de que consta el edificio están construidos con paneles de hormigón reforzados con fibras; los 3.600 paneles de vidrio templado y laminado se soportan mediante una retorcida estructura triangulada de acero y madera.

La complejidad del edificio no se hubiese podido resolver sin el uso de herramientas digitales. De hecho, el proyecto ha sido una suerte de catalizador de innovaciones, como la creación de un modelo informático en 3D situado en la ‘nube’, que ha permitido la interacción a tiempo real de todos los agentes implicados en el proceso: desde los matemáticos e ingenieros hasta los brazos robotizados de fabricación digital.