En diciembre de 1988, Frank Gehry ganó en un concurso restringido, frente a los proyectos más monumentales de Bohm, Stirling y Hollein, el proyecto que permite dotar a Los Ángeles de una adecuada sala de conciertos. El arquitecto consagra así sus vínculos con su patria chica y con la cultura californiana.

La manera fragmentaria de Gehry se enfrenta aquí a un desafío de gran envergadura: la sala de conciertos actual. El arquitecto observa con cuidado la tradición moderna, y analiza los elementos que se han ido afirmando desde la Filarmónica de Hans Scharoun: la sala en forma de concha con sus bandejas de butacas y sus techos acústicos; la serie de rampas y escaleras que les proporcionan acceso; el generoso foyer de grandes luces y estructuras; la salita para música de cámara; y la gran cubierta como elemento expresivo. Gehry acepta los modelos y los encaja en la escueta parcela urbana de Los Ángeles rodeada de otros equipamientos culturales y de espectáculo. Renuncia, como de costumbre, al edificio unitario y compone las partes según un cierto desorden, con su peculiar manera que luego produce un conglomerado de volúmenes y texturas...[+]