El edificio es fruto de un conscurso, celebrado en 2012, para ampliar la Fundación Santa Fe, uno de los principales hospitales de Bogotá y una institución pionera en investigación y en innovación de procesos de atención al paciente. Debido a su privilegiada ubicación, entre dos de las principales avenidas de la ciudad, el proyecto tenía que funcionar como un conector urbano que catalizara nuevas actividades en el barrio.

Así, el edificio fue concebido como complemento de la infraestructura existente. El proyecto debía dialogar con el antiguo complejo hospitalario —integrado por una serie de volúmenes de ladrillo construidos en los años 1970—, y hacerlo no sólo a un nivel funcional, sino también en un plano representativo, de forma que fuera capaz de renovar diferentes dependencias del centro y de consolidar, al mismo tiempo, una imagen icónica y contemporánea de la institución. Para ello, en vez de pensar la materialidad de la fachada como algo estático, se propone una reinterpretación contemporánea de este sistema tradicional de mampostería con un diseño pensado para trabajar en tensión, a la manera de un tejido. Esta estrategia permite relacionar el interior y el exterior de una forma más abierta, convirtiendo el pesado muro de ladrillo en un sistema que actúa, se comprime y se expande dependiendo de las intenciones espaciales. La fachada no funciona sólo como elemento de imagen o como recubrimiento, sino como una membrana configurable que hace posible regular la cantidad de luz solar que penetra en cada espacio. Esta piel permeable favorece una mayor relación entre los pacientes y el exterior, asegurando la máxima apertura para las habitaciones, a la vez que garantiza la privacidad en aquellas estancias que más la necesitan.

Uno de los elementos centrales y detonador del diseño fue la inclusión de un solárium/parque verde en la novena planta, con el fin de introducir la naturaleza dentro del edificio, permitiendo a los pacientes estar en contacto con ella, un recurso que ha demostrado ser altamente efectivo como estímulo en los procesos de recuperación. El proyecto inicial proponía la introducción de otros dos espacios anómalos en el interior del hospital que finalmente no se realizaron: el primero era un espacio para clases de baile y cocina que integraría a las familias y trabajadores a través de una actividad compartida; el segundo, un parque público infantil en el tercer piso: un espacio para favorecer la descontextualización de los pacientes, haciéndoles vivir y compartir la actividad propia de la ciudad.