Levantado en el borde sur del campus de Novartis, este sencillo bloque de oficinas hace de límite entre las instalaciones de la multinacional farmacéutica y un parque que las conecta con la ciudad de Basilea. El edificio, un prisma rectangular con un patio interior, se diseñó para cerrar el perímetro y ocupar todo el solar, de modo que el anillo construido se concentra en una esbelta sección constante de crujía estrecha donde los elementos se han reducido al mínimo. Es precisamente la rotunda simplicidad del edificio, su drástico reduccionismo, lo que lo caracteriza.

El programa de oficinas se distribuye de forma continua por la crujía, sin más fragmentaciones que los núcleos verticales y unos elementos de carga transversales repetidos cada 10,5 metros. Varios puentes cruzan el patio interior a diferentes niveles, conectando los departamentos y albergando los servicios complementarios como salas de reunión y cafetería. Las instalaciones quedan embebidas en las piezas estructurales, liberando totalmente la fachada de tubos o adiciones. La piel que cierra el edificio, formada por tres capas de vidrio con finísimas carpinterías, parece flotar, y envuelve el volumen prismático como si fuera un plano continuo, haciéndolo aún más abstracto. El espacio interior resultante es ingrávido, transparente y lleno de luz.