Kenneth Frampton

A diferencia de las dos primeras décadas que siguieron a la II Guerra Mundial, actualmente la vivienda se ha convertido en una cuestión embarazosa, no sólo para las escuelas de arquitectura, donde abordar el tema como ejercicio de proyectos es casi un tabú, sino para la propia sociedad. Se ha llegado al consenso de que el tejido urbano residencial no es ya el lugar sobre el que ensayar el arte de la arquitectura. Desde la dramática demolición en 1972 del conjunto Pruitt-Igoe en Estados Unidos, se ha afianzado la idea de que es mejor abandonar la vivienda a las fuerzas del mercado: el promotor y la eufemísticamente denominada ‘industria’ de la construcción.

Hasta cierto punto, la desaparición de la vivienda como proyecto sociocultural se ha debido en parte a los errores de los encargos del Estado del Bienestar y al hecho de que muchos de los grandes proyectos de promoción pública construidos entre 1945 y 1965 no fueron bien aceptados por el conjunto de la sociedad. Pese a que algunos de estos proyectos supusieron un avance en el urbanismo, hubo otros excesivamente repetitivos, por no mencionar que para los estándares actuales el espacio útil habitable sería insuficiente. Además de por su mantenimiento inadecuado, la vivienda masiva ha caído en desgracia debido sin duda en cierta medida a la muerte del socialismo y al nacimiento de una sociedad de consumo y del automóvil, donde la gente prefiere recorrer a diario distancias considerables en coche desde su vivienda unifamiliar en los alrededores a vivir en densas torres de viviendas, independientemente de la calidad intrínseca que ambos tipos puedan ofrecer... [+]