Cada una de estas tres viviendas apiladas ocupa una planta completa de la construcción que emerge en una parcela de 800 metros cuadrados del madrileño barrio de Aravaca. La composición resulta de los desplazamientos y los giros de cada nivel con respecto al inferior, generando terrazas que ascienden en espiral. Los muros de hormigón visto, que construyen las fachadas del edificio, funcionan como vigas y se contrapean en cada planta de manera que, como en un castillo de naipes, se asegura la estabilidad del conjunto. Las losas apoyan así en sus cuatro lados (dos apoyados y dos colgados de los muros de la planta superior). Dos vigas de canto dividen la planta en tres bandas y terminan de resolver la estructura. La banda central alberga los servicios, y las otras dos acogen los dormitorios y las zonas de estar.