Esta pieza singular ocupa una posición dominante en un paisaje de viñedos y olivares, en una zona con pueblos medievales y formaciones rocosas de fondo. Un parco volumen horizontal queda separado del suelo, suspendido en un tiempo casi arcaico. El edificio, transparente y monolítico, se apoya en equilibrio sobre un zócalo ciego, de modo que la silueta se polariza entre una condición elevada y visible desde la distancia, y otra que desaparece bajo el follaje de especies autóctonas. El mundo aéreo de la plataforma establece sus propios puntos cardinales. Un anillo perimetral panorámico pautado por 16 pilares a distancias regulares alberga una secuencia de habitaciones con funciones apenas definidas; cristalinas y simétricas, estas estancias son independientes y se conectan mediante cuatro terrazas abiertas en las esquinas. La única habitación cerrada no tiene cubierta; sus cuatro muros están perforados en sus puntos centrales; en el suelo un plano de agua refleja el cielo. Al final de un sendero en pendiente, una escalera bicéfala conforma el acceso; entrar equivale a internarse en un túnel doble que rodea la piscina central, con pequeños huecos en diagonal que dejan entrever el cielo a través del agua. La unidad de la pieza tiene algo de esquema genérico; su estructura, de un riesgo monumental, desaparece en los perfiles de su masa.