Una casa abandonada integrada en su entorno se rehabilita a través de la ocupación de la ruina y la ampliación de una serie de espacios y jardines interiores entrelazados. Generando un contrapunto con la torre de la vivienda vecina, el conjunto de piedra, barro y hormigón comprime su centro y dilata las estancias en su perímetro. Estas se entrelazan con fragmentos de jardín. 

La casa ocupa los espacios exteriores de la vivienda original. La cubierta vegetal del nuevo volumen refuerza la relación con la tierra y el jardín. La construcción sobre la edificación existente es un invernadero, reversible y ligero que dialoga con la materialidad de los muros saneados, que marcan la permanencia y el transcurso del tiempo. Los muros de hormigón están encofrados con un sistema tradicional —utilizado en los muros de las casas existentes—, donde las piezas de madera de 15 cm de ancho confieren una rugosidad y una textura propia de las construcciones de piedra y barro realizadas a mano. La cubierta de hormigón arqueada a la inversa está encofrada con un tablero fenólico que le aporta el aspecto brillante y preciso.