Atravesada por el río Segre, Balaguer es la capital de la comarca leridana de La Noguera —la más extensa de la comunidad catalana y una de las más heterogéneas, por su gran variedad paisajística—, y también de uno de los siete partidos judiciales de Lérida. Importante centro hortícola e industrial, el municipio se encuentra a unos 30 kilómetros hacia el norte de la capital de la provincia.

La nueva sede de los juzgados está situada en el casco antiguo de la ciudad (uno de los centros históricos árabes más importantes de Cataluña), que se caracteriza por los colores terrosos, su alta densidad y la morfología irregular que se va adaptando a la marcada topografía del lugar. La estructura de estrechos callejones y porches permite recorrer el casco antiguo por espacios en sombra y continuas perspectivas cruzadas, descubriendo constantemente numerosas situaciones urbanas. Uno de los retos era compatibilizar un programa judicial complejo —de requerimientos funcionales muy específicos— con la peculiaridad del lugar donde se implantaría el edificio —un barrio antiguo de intrincada geometría y calles de dos metros de anchura—. Así, el proyecto arranca desde el interior, trabajando el programa, buscando una lógica o estructura interna regular y ordenada mediante un esquema en retícula. Paralelamente, se acomete una aproximación al lugar de carácter casi arqueológico, buscando, analizando e identificando pistas tanto sobre su pasado—trazas, huellas, historias y leyendas—, como de su presente: clima, morfología, topografía, entorno social, referencias urbanas...

El proyecto entiende interior y exterior como verso y como reverso, es decir, en discontinuidad. Del mismo modo que ocurre con el lugar y el programa, estos son elementos complementarios que conviven y se solapan, dando lugar a la distorsión, al accidente, a la excepción o la anécdota. La estructura interna es regular y ordenada; en cambio, el volumen exterior responde a la irregularidad de alineaciones y topografia. Entre el interior y el exterior aparece un espacio intersticial, de grosor variable, que permite mediar entre estos dos mundos, proporcionando al mismo tiempo intimidad y permeabilidad a las áreas de trabajo y modulando la entrada de luz natural. La tierra y la piedra de Balaguer son de cromática terrosa y toda la ciudad antigua está teñida de una cierta pátina rojiza. Así, la fachada se construye mediante un sistema en seco de metal oxidado, que otorga al edificio judicial una cromática variable de tonos ocres-rojizos similares a los de su entorno.