El encargo consistía en transformar un antiguo taller de corte y confección de 10x70 metros en una vivienda para una persona, al que además debía incorporarse un estudio y un taller de creación artística. Partiendo de esta premisa, la intervención tuvo dos objetivos: definir espacios de escala humana; y mantener la percepción de un único espacio. Para ello, se diseñaron una serie de elementos divisorios (tabiques en ángulos rectos y un sofá-grada) que no entran en contacto con el perímetro o el techo, para asegurar así la continuidad visual y dar pie, en paralelo, a una secuencia espacial en la que la privacidad aumenta conforme se penetra en el interior.

En cuanto a los acabados, se usó una paleta de dos tonos, en dos texturas cada uno: verde en el pavimento combinado con baldosas de 10x10 centímetros; y tableros de DM barnizado combinados con paneles de DM con surcos definidos por una retícula de 10x10 centímetros.