El cliente —Nacho, un gran amigo de los arquitectos— quería transformar en vivienda su estudio de fotografía, que contaba con un jardín trasero. Se trataba de un encargo sencillo que debía atender las necesidades esenciales de una casa: un lugar para dormir, un espacio para cocinar y un baño. Debido a las limitaciones de presupuesto se concentraron todos los esfuerzos y recursos en unas pocas decisiones estratégicas de gran impacto y coste reducido. Se decidió construir únicamente un tabique divisorio en forma de L y un armario —ambos revestidos mediante azulejos blancos brillantes—, dispuestos de tal forma que articulan el interior dando respuesta a los requisitos del programa de forma clara y efectiva. Esta sencilla operación, que separa los espacios sin llegar a dividirlos completamente, simplemente creando pequeños rincones y áreas más abiertas, resultó ser un escenario perfecto para acoger numerosos y variados eventos y fiestas celebrados durante los años en los que Nacho habitó la casa. Además, se abrió una nueva ventana hacia el jardín, simétrica respecto a la que ya existía, y para el pavimento se optó por un revestimiento de baldosas cerámicas rojizas en contraste con el blanco aplicado en paredes y techos... 
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