Luz, una vivienda unifamiliar en la localidad cacereña de Cilleros, no debe su nombre a su atmósfera clara, sino a su propietaria, doña Luz. Fue ella quien tomó la iniciativa de convertir su antigua casa de pueblo (una vivienda entre medianeras, de planta alargada y crujía estrecha, carente tanto de iluminación interior como de ventilación, pero con un fresco huerto en su parte trasera) en un espacio diáfano, elegante en su sencillo contraste cromático entre el baldosín rojo y la pintura a la cal blanca, y partícipe del encanto del huerto.

El proyecto adopta la estrategia de conservar los muros originales de piedra y las medianeras de tapial, y vaciar y sanear íntegramente el interior. Amoldándose a los muros, el interior se estructura en torno a un patio con un abedul, situado en el centro y adosado a una de las medianeras para dejar espacio a un corredor en la opuesta. Dos nuevos forjados, que respetan los huecos existente de la fachada, se acercan al follaje del abedul mediante pasarelas de entramado metálico. Divididos en dos por el patio, los forjados albergan las cuatro estancias de la casa (cocina, salón y dos habitaciones, cada una con un cuarto de baño). Finalmente, para dar respuesta a los deseos de doña Luz, las carpinterías metálicas del salón de verano pueden abrirse al completo, de manera que el rojo cerámico de los suelos y los techos dialogue con el verdor del patio.