En una parcela alargada con suave desnivel en Manacor, rodeada de pinos y algarrobos, se sitúa esta vivienda de una sola planta. El proyecto se adapta al terreno ubicándose en la parte más elevada, lo que reduce significativamente el movimiento de tierras y la intervención en el paisaje.

La vivienda está organizada en volúmenes rectangulares que, al desplazarse entre sí, generan patios, porches y pérgolas, rompiendo la linealidad de la fachada mientras se aporta ritmo al conjunto. Todos estos cuerpos se unifican bajo una gran cubierta inclinada a un agua, que otorga coherencia formal a la casa. Inspirados en antiguas construcciones hidráulicas del campo mallorquín, los porches presentan pilares repetidos a intervalos regulares.

El esquema funcional es claro: una franja de espacios servidores, adosada a la fachada norte y cubierta con bóvedas de cañizo, conecta con las estancias principales orientadas al sur. Estos espacios de circulación integran distintos usos como cocina, estudio o recibidor. Las zonas de noche se ubican en los extremos de la vivienda, garantizando la privacidad.

La construcción se realiza con muros de carga de hormigón celular de 30 cm, que proporcionan aislamiento térmico y evitan puentes térmicos. Se priorizan estrategias pasivas como la orientación sur, el control solar mediante vegetación de hoja caduca, y la reducción de aperturas al norte y oeste. La fachada se reviste con mortero de cal, mientras que la cubierta incorpora aislamiento natural con vegetación. En el exterior, se emplea cerámica triturada reciclada.