Vanguardia ancestral
Pasado y futuro del ladrillo
Nada es intemporal, y menos aún la arquitectura, pero si hubiera que buscar un material que representara bien la noción de permanencia sería el ladrillo. La madera fue tal vez el primer recurso empleado por el ser humano y será tal vez el que más seguirá empleando, pero no sugiere la idea de duración. Sí lo hace la piedra, pero a costa de acarrear el lastre de su identificación con el pasado. El ladrillo, en cambio, sin dejar de ser uno de los materiales más ancestrales, ha seguido utilizándose en periodos y contextos muy diversos, y ni resulta contradictorio con la innovación ni tiene por qué soportar la tara del anacronismo. Es, de hecho, un material contemporáneo por derecho propio.
Las razones de la fidelidad al ladrillo son de índole diversa. Una es económica: se trata de un material barato, habida cuenta de la abundancia de arcilla en todo el mundo y de que su proceso de transformación resulte muy sencillo. Otra es su eficacia como elemento que construye muros resistentes y estancos que no requieren en principio más acabado que el suyo propio. La tercera es la escala: antropomórfico por excelencia, el ladrillo tiene el tamaño de un pie y el grosor y el peso afines a la mano, pero, trabado con pericia en los aparejos, es capaz de sostener fábricas de gran tamaño. La última es su versatilidad a la hora de resolver problemas arquitectónicos diferentes con patrones de gran riqueza formal y rigor constructivo.
A estas ventajas —que son tan válidas antaño como hogaño— se suman otras cuatro más contemporáneas. Primero, el carácter háptico del ladrillo, que lo vuelve atractivo desde el punto de vista fenomenológico o pseudofenomenológico. Después, su condición de material ‘natural’. Más tarde, su capacidad de evocar tanto tradiciones muy diferentes —de la africana a la centroeuropea, de la china a la mesoamericana— cuanto las connotaciones locales aún más variadas que se inscriben en cada una de ellas. Finalmente, su compatibilidad con todo tipo de técnicas de aparejo, desde las tradicionales a mano hasta las más tecnológicas como la construcción robotizada.
Se trata de un rango de ventajas de las que Arquitectura Viva quiere dar cuenta por medio de un dossier en el que se han seleccionado ejemplos donde el ladrillo responde con eficacia a las exigencias de cuatro países en otros tantos continentes. En el primer ejemplo, el centro de atención primaria en Premiá de Dalt (España), BAAS utiliza el ladrillo combinándolo con el hormigón para construir una atmósfera de orden visual; en el segundo, un mercado público en Matamoros (México), el colectivo C733 emplea el ladrillo para tensionar el silente zócalo con la escultórica cubierta; por su parte, en el monasterio de Nuestra Señora de la Victoria en Kijonjo (Uganda), Localworks maneja el ladrillo en una triple clave formal, social y ecológica; finalmente, en el centro de arte TaoCang de Jiaxing (China), Roarc Renew emplea el material en un sentido monumental y ácrono.[+]