Celosías cerámicas
Casa de ladrillo en Buenos Aires
Dos son las referencias teóricas de esta Casa de Ladrillos construida en Buenos Aires. Por un lado, la definición que Frampton dio de la tectónica, a la que considera no sólo una «mera revelación de la técnica constructiva» sino como una verdadera «poética de la construcción». Por otro lado, la noción contemporánea de atmósfera, según ha sido evocado por Zumthor. Mientras que el primer concepto está presente en el planteamiento estructural de la casa y en la elección de sus materiales —casi todos autóctonos de Argentina—, el segundo se sugiere por las cuidadas condiciones luminosas e higrotérmicas del espacio interior.
Con una superficie de 90 metros cuadrados, y emplazado en un solar de tan sólo 70 entre paredes medianeras, el edificio organiza su programa en tres plantas. En el frente principal de la casa, el volumen bajo cubierta se retranquea para dejar espacio a un pequeño patio de acceso, escalonándose además en altura de manera que los recintos habitados quedan protegidos por dos colchones térmicos situados en orientaciones opuestas, para permitir la ventilación natural cruzada.
El rasgo más característico de la casa es el alzado principal a la calle, una celosía formada por una filigrana de ladrillos autóctonos tipo ‘Cordova’, que se aparejan de manera que el grado de permeabilidad aumenta conforme lo hace la altura. Así, mientras que al nivel de la calle el cerramiento es opaco, a partir de la primera planta este comienza a abrirse. Inspirada en las celosías bioclimáticas que el arquitecto argentino Wladimiro Acosta desarrolló en la década de 1930 —un conjunto de visera y parasoles que conforman un recinto en sombra, generando un tiro de aire que Acosta denominaba ‘aura térmica’— , la celosía hace las veces de parasol, protegiendo al edificio de la radiación, sin dejar por ello de estar abierta a los vientos dominantes.