Actualidad 

Tate Modern versus Brexit

Un bastión cosmopolita

31/08/2016


La pirámide contorsionada se alzaba lustrosa tras el acantilado de ladrillo, y cientos de personas asediaban el edificio deseosos de contemplar los nuevos espacios y la nueva colección: la ampliada Tate Modern abría sus puertas y al mismo tiempo se iban preparando las urnas que, pocos días después, habrían de dejar al Reino Unido fuera de la Unión Europea. La coincidencia de uno y otro evento quizá se pensó como una celebración de la apertura de Londres a los mercados del arte mundial —es decir, como una celebración de su cosmopolitismo—, pero acabó convirtiéndose en un símbolo imprevisto de las tensiones y las paradojas de un país que nunca ha estado cómodo en su relación con el ‘Continente’, y también de las amenazas (el disgusto por las políticas de austeridad, el populismo, el nacionalismo) que definen, cada vez más, a las sociedades occidentales y en particular a la tan nunca como hoy feble Unión Europea. Es difícil dejar de mirar a la nueva Tate Modern a la luz de los nuevos y graves acontecimientos, pero la sociología y la política no deben empañar el hecho de que se trata de una obra notable, en la que, una vez más, Jacques Herzog y Pierre de Meuron han salido airosos de un reto no menor: ampliar en un sesenta por ciento la superficie expositiva del museo, manteniendo la potencia espacial de la Sala de Turbinas y el poderoso carácter icónico que, con el cambio de uso, ha adquirido la vieja central eléctrica en su antes depauperado contexto urbano. En las páginas siguientes, el crítico británico Deyan Sudjic da las claves del proyecto. 


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