David Chipperfield no ha sido profeta en su tierra, aunque el encargo para intervenir en la Royal Academy de Londres —el corazón del establishment del arte británico— haya contribuido a desmentir el lugar común. La experiencia previa en museos de nueva planta como el Jumex de Ciudad de México y, sobre todo, el exquisito y ejemplar trabajo realizado en el Neues Museum de Berlín, han ayudado quizá a dejar en manos del arquitecto británico una obra que ha exigido la pericia de un cirujano, en la medida en que ha pasado por acceder al corazón del histórico edificio —de 150 años de antigüedad—, para implantar allí, con tanta firmeza como delicadeza, un nuevo auditorio de madera y metal, cuya imagen dialoga con las bóvedas de ladrillo visto que le sirven de vestíbulo.
La apertura al público de esta intervención ha coincidido con la exposición dedicada a la obra de Chipperfield en la basílica palladiana de Vicenza, y con el encargo para transformar la sede histórica del Banco Santander en un nuevo museo de arte.