Casi al inicio del recorrido madrileño por la trayectoria de Richard Hamilton puede contemplarse el reciente documental de Pascal Goblot, Richard Hamilton in the reflection of Marcel Duchamp, a propósito de la reconstrucción de El gran vidrio que Hamilton llevó a cabo en 1966 para la retrospectiva que la Tate Gallery dedicó a Duchamp a instancias del artista inglés. La cinta sintetiza la inteligencia y el encanto de Hamilton: en las salas de algunos museos ilustres su descompuesta sonrisa contagiosa y su esbelta figura, desgarbada y quijotesca, transmiten una actitud de disfrute infantil y también de maduro escepticismo, entre la ternura y la socarronería. Este sabio equilibrismo relativista y devoto, apasionado a la vez que cínico, está presente en todo su acervo, aquí muy bien representado. Si los especialistas discuten sobre las especificidades de las semillas americanas o europeas de cada rama del pop, también se debaten en dictaminar qué hay de indiferencia o de cinismo en nuestro autor: así en la calculada ambigüedad de sus primeros collages, desde el paradigma de su obra más célebre y detonante, Just what is it that makes today´s homes so different, so appealing? (1956), verdadero manifiesto de la estética pop-art y al mismo tiempo crítica e himno de la cultura popular; o en las recurrentes revisitaciones de algunos de sus trabajos, poniendo en crisis a la par que actualizando el alcance de los propios hallazgos. Esta indescifrable y fértil dualidad sería en definitiva como el relato mismo de las reconstrucciones de la enigmática obra inconclusa de Duchamp, seria y traviesa, metáfora y pasatiempo...