Con su satélite en Lens, al norte de Francia, el Museo del Louvre gana 75.000 metros cuadrados de galerías expositivas para cientos de obras de su colección, hasta ahora ocultas en almacenes. El edificio (arriba) que albergará la nueva sede ha sido proyectado por SANAA con los estadounidenses Imrey Culbert y los franceses Mosbach Paysagistes, y ocupa los terrenos de una mina abandonada con cuya topografía verde dialoga merced a su geometría y sus acabados. El conjunto está formado por una serie de pabellones revestidos con materiales pulidos, translúcidos o transparentes —del acero inoxidable al vidrio— en los cuales el entorno se refleja según diversos matices que logran que el edificio, lejos de imponerse al paisaje, se disuelva mágicamente en él.
El programa del museo queda repartido en varias piezas de distinto carácter: la primera, dedicada a presentar la colección semipermanente, es la llamada Galería del Tiempo, un recinto opaco que recoge cronológicamente fondos del Museo del Louvre; la segunda es el pabellón central, un prisma de vidrio transparente que alberga la biblioteca, la tienda y la cafetería; finalmente, las tres últimas cobijan el acceso al museo, las salas de exposiciones temporales y un auditorio para trescientas personas.