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SANAA en New Canaan

Cinta etérea

30/11/2015


No sería descabellado clasificar las arquitecturas del mundo en función de cómo se relacionan con la naturaleza. Las hay que la dominan, como la occidental; otras dialogan con ella, como la asiática. Y pocas, muy pocas, se funden con su entorno como si fueran una prolongación del terreno, del bosque o del agua. A esta clase, difícil y escasa, pertenece el último edificio de SANAA: un pabellón lineal construido en New Canaan (Connecticut) para la Fundación Grace Farms.

Concebido —en palabras de su presidenta Sharon Prince— como un ‘regalo’ para la comunidad y un homenaje «al arte, la fe y la justicia», el centro contiene espacios cívicos, pero su destino fundamental es el fomento de la creación contemporánea a través de su estupenda colección con obras de Thomas Demand, Olafur Eliasson, Teresita Fernández y Beatriz Milhazes, entre otros.

Pero quizá más importante que lo expuesto entre sus sutilísimas paredes de vidrio es el edificio en sí mismo: una cinta delicada que serpentea suavemente entre lomas y árboles, evocando con su traza sinuosa la corriente de un río cercano. Su elemento protagonista es una cubierta cuya levedad evoca el pabellón para la Serpentine de 2009, y que como aquél parece flotar sobre exiguos pilares, aunque resulte un tanto más pesada al incorporar en sus extremos recios canalones para recoger el agua de nieve fundida. Con todo, el edificio sigue sugiriendo ingravidez y transparencia, y entra en comunión con el espléndido paisaje sin renunciar a su rara abstracción.


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