La inteligencia crítica de Diller Scofidio + Renfro se expresa a través de un lenguaje lírico. Por más que en las primeras instalaciones y vídeos de Elizabeth Diller y Ricardo Scofidio —desde su Para-site de 1989 en el MoMA hasta Overexposed de 1995 en el Getty Center— la visión se sometiese a un escrutinio abrasivo, su mirada sobre el mundo es ya entonces a la vez analítica y poética, como retóricamente resume su nunca construida Slow House. Charles Renfro se incorporó en 1997 a una oficina que en el cambio de siglo transitó del concepto a la construcción, con obras tan influyentes como el pabellón The Blur en el lago de Neuchâtel, terminado en 2002, o la High Line neoyorquina, cuyas distintas secciones se han ido completando a lo largo de dos décadas. A su vez, los encargos del ICA en Boston y de la renovación de la escuela Juilliard en el Lincoln Center, obtenidos ambos en 2003, trajeron consigo un cambio de escala que propició el refuerzo del equipo al año siguiente con el que se convertiría en el cuarto socio, Benjamin Gilmartin.
Este formidable proceso de crecimiento, que ha permitido a la firma construir en Brasil, Rusia, Gran Bretaña o China, se ha materializado también con obras en ambas costas de Estados Unidos, desde Los Ángeles, Berkeley o Palo Alto hasta Providence y, por supuesto, Nueva York —su base profesional, personal e incluso académica—, donde en 2019 se han inaugurado la última fase de la ya mítica High Line, el impactante centro cultural The Shed y la colosal ampliación del Museum of Modern Art, completando un año de singulares logros y visibilidad mediática. Pero quizá lo más relevante de esta expansión de su actividad, que en treinta años les ha llevado de exponer en el MoMA a construirlo, es que en el proceso su agudeza crítica se ha templado con el pragmatismo propio de una gran oficina, sin que su talento visual y su pulsión poética se alteren, alimentándose aún del encanto atmosférico del pabellón lacustre de Suiza o de la belleza silvestre del parque elevado neoyorquino, y amalgamando con geometría naturaleza y niebla.
Intentando orquestar su prolífica producción desde el año 2000, se ensaya aquí un tríptico de intereses, fortalezas e intenciones, prologando cada sección con una instalación que muestra el vigor y la resiliencia de su proyecto crítico: el deseo de crear nuevos paisajes, introducida por ‘American Lawn’, su estupenda exposición en el Canadian Centre for Architecture de Montreal, que desvela el significado de un artificio botánico presente por igual en el ámbito íntimo y en el espacio público; el empeño por hacer visible el conocimiento, manifiesto en muchos de sus proyectos para la educación, y expresado ejemplarmente en la instalación Exit sobre movimientos demográficos, inaugurada en la Fondation Cartier parisina y expuesta después en numerosos lugares; y la voluntad de abrir las artes a públicos más amplios, evidente en sus diferentes realizaciones de museos, y que abrevia con singular emoción la extraordinaria y efímera Mile-Long Opera, ejecutada sobre la High Line por 1.000 cantantes durante seis noches de un otoño lírico.