Opinión 

Pantallas políticas

China cambiante

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Pantallas políticas

China cambiante

Luis Fernández-Galiano 
01/08/2025


La transformación de China en el siglo XXI puede advertirse en una visita, como se documenta en ‘Seis acuarelas’ (AV Proyectos 130), pero también documentarse a través de su cinematografía, que desde la emergencia deslumbrante de Zhang Yimou en 1987 con Sorgo rojo ha ido añadiendo un cúmulo de autores que unen la excelencia artística, la capacidad técnica y la difusión internacional para convertirse en embajadores culturales del país. Dos películas recientes, seleccionadas en el Festival de Cannes y que han llegado a las pantallas españolas este verano, pueden dar testimonio de las mutaciones físicas y culturales que ha experimentado el País del Centro.

Black Dog y Caught by the Tides (presentada aquí con el título A la deriva) son obras de dos cineastas de casi la misma edad, Guan Hu (Pekín, 1968) y Jia Zhangke (Fenyang, Shanxi, 1970), pertenecientes a la llamada ‘generación urbana’ de cine independiente, comprometida creativamente con los dramáticos cambios económicos y sociales del país, el impacto de la urbanización masiva y el desvalimiento de gentes ordinarias o marginales, a menudo representadas con técnicas de documental y profusión de actores no profesionales. El paisaje y la arquitectura figuran de forma prominente en las dos películas mencionadas, y en ambos casos como escenarios de vidas a la deriva, sean estepas batidas por nubes de polvo o valles inundados por proyectos hidráulicos, sean bloques repetidos e interminables o ciudades en curso de demolición para rehacerse con directrices que reflejen mejor la modernidad sobrevenida.

Black Dog, mejor película en la sección ‘Un certain regard’ de Cannes, se ha descrito como un drama o como un western, pero la obra de Guan Hu es también un admirable testimonio del efecto de ese vendaval de cambio en una remota localidad china al borde del desierto de Gobi. En un tiempo inmediatamente anterior a los Juegos Olímpicos de Pekín, el pueblo se enfrenta a una invasión de perros salvajes, y a esa ciudad casi fantasmal regresa el expresidiario Lang, que, tras alistarse en la patrulla canina, acaba encariñándose de un perro negro con el que recorre los áridos paisajes del entorno en una road movie circular, tierna y violenta. Interpretado por el actor de Taiwán Eddie Peng, el lacónico Lang protagoniza esta fábula de redención con toques de poesía y humor que recuerdan a Takeshi Kitano, entre edificios de hermético hormigón y huecos idénticos que se dirían diseñados por un discípulo de Hilberseimer, galpones rurales medio en ruinas y paisajes desolados sacudidos por tormentas de arena. El conjunto de personajes —que incluye a Jia Zhangke como responsable del grupo encargado de capturar a los perros errantes— compone un fresco amable, desvalido y marginal, en contraste con los fastos olímpicos que muestran las pantallas de los televisores.

Caught by the Tides, nominada a la Palma de Oro en Cannes, se inicia también en las vísperas de los Juegos de Pekín, pero su narración se extiende hasta los años de la pandemia, y la película ensaya un retrato en fragmentos del último cuarto de siglo chino con materiales filmados en 2001, 2006, 2017 y 2022. Jia Zhangke, que en 2006 obtuvo el León de Oro en Venecia con Naturaleza muerta, regresa a los escenarios de esa película para relatar la melancólica historia de amor entre Qiao Qiao —interpretada por Zhao Tao, esposa y musa del director— y Guao Bin, que envejecen en la pantalla y se buscan mutuamente en una insólita combinación de documental y ficción que se mueve desde unos principios de siglo con humildes locales de fiesta, calles sin asfaltar y retratos de Mao hasta la China contemporánea de sofisticación y lujo donde la protagonista femenina dialoga con un robot humanoide, pasando por la titánica construcción de la presa de las Tres Gargantas en el río Yangtsé, con las demoliciones de las ciudades que se verán bajo las aguas y la corrupción en los contratos de obra pública: un testimonio lírico y poliédrico de la mudanza china, y un extraordinario experimento formal de collage cinematográfico.

Al mismo tiempo que se estrenaban ambas películas, el Instituto Cervantes presentó en Madrid ‘China 354’, una exposición de 354 cortometrajes de un minuto, filmados por el cineasta Luis Cuenca a lo largo de un año en todas y cada una de las treinta provincias chinas. Concebida como un retrato de un país en transformación, sus casi seis horas de vídeos sobre la vida cotidiana no son fácilmente compatibles con la atención del visitante que se desplace entre las veinticuatro pantallas que forman la muestra, y recuerdan la importancia del montaje como herramienta de síntesis: a título de ejemplo, Albert Serra ha acompañado a Andrés Roca Rey a lo largo de toda una temporada taurina, y ha podido compendiar su narración documental en las dos horas de Tardes de soledad.


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