Exposición 

Opera aperta. Pabellón de la Santa Sede en la Bienal de Venecia 2025

Exposición 

Opera aperta. Pabellón de la Santa Sede en la Bienal de Venecia 2025

Alberto Ballesteros  Enrique Morillo 
23/05/2025


Lo sagrado acostumbraba a estar arropado por lo sublime. Un vestigio de ello se ha visto en el cónclave, ritual que seguro despertaría menos fascinación si no ocurriese en uno de los recintos más bellos de la Tierra, donde los papas procuraron que cada centímetro cuadrado rezumase talento. Pero votos en latín y púrpura aparte, la Iglesia que se reunió en la Capilla Sixtina a la muerte de Julio II no es la misma que la que lo ha hecho ahora tras Francisco: con mayor empeño que cualquiera de sus predecesores, el pontífice argentino ha buscado que el clero, más que a incienso, «huela a oveja».

Esta mudanza franciscana se aprecia bien en las sucesivas propuestas que el Vaticano ha presentado en el marco de la mostra veneciana, en un afán por continuar su secular práctica de diplomacia cultural. En la que fue su primera intervención en una bienal, la Santa Sede invitó en 2018 a diez arquitectos a levantar capillas en los jardines de San Giorgio Maggiore: edículos en contacto con la naturaleza que sugerían una espiritualidad más sencilla, pero que no dejaban de ser icónicas construcciones de firma con una indisimulada voluntad de propaganda fide. Para las siguientes participaciones, algo cambió: en 2023, se presentó un tranquilo huerto asistido por Álvaro Siza, y en la Bienal de Arte de 2024 el pabellón se trasladó a una cárcel de mujeres de la Giudecca, e involucró tanto a artistas como a las propias reclusas. Eran proyectos de una Iglesia más desplazada a la periferia, más volcada en la comunidad.

Ese mismo espíritu infunde la propuesta de este año. Y es porque a su cargo vuelve a estar José Tolentino de Mendonça, cardenal prefecto del Dicasterio para la Cultura desde 2022, cuya sensibilidad de poeta le ha hecho ser muy consciente de la realidad del siglo, así como un refinado defensor de la visión pastoral de Francisco. Coincidiendo con el décimo aniversario de la encíclica Laudato si’, el prelado portugués propuso que el pabellón se basase en esa crítica contra el desarrollo irresponsable y materializase el cuidado de la casa común en el efímero contexto de una feria expositiva. Y con buen ojo, en el proyecto quiso implicar a cuatro mujeres que, desde sus diferentes trayectorias, han contribuido a que el resultado tenga el mejor respaldo intelectual y social: Marina Otero y Giovanna Zabotti como comisarias, y Tatiana Bilbao y Anna Puigjaner de MAIO al frente del diseño.

‘Opera aperta’ se ha llevado a cabo en la Casa de Santa María Auxiliadora, un recinto histórico a medio camino entre los Giardini y el Arsenale que ha tenido una función asistencial desde que se fundase en el siglo XII como hospicio de peregrinos camino de Tierra Santa. Propiedad del Ayuntamiento de Venecia desde 2001, el Dicasterio ha llegado a un acuerdo para su gestión los próximos cuatro años, y para ‘reabrirlo’ ahora las comisarias han planteado una singular recuperación, que ha hecho partícipes a asociaciones locales: de esta manera, el cuidado trasciende la mera arquitectura y se hace extensivo al entorno, a la comunidad. Esa intención tan sencilla, pero tan poderosa, es la esencia del pabellón.

Por eso al entrar en el caserón, apenas llamativo en una fondamenta del barrio de Castello, no hay paneles, cartelas o expositores; solo apeos, malla de andamio y fluorescentes de luz apta para el trabajo. Todo se ha dispuesto con esmero y eficacia, para que los visitantes puedan recorrer tanto la parte monumental —un pequeño oratorio barroco— como las dependencias ancilares sin entorpecer la labor de los artesanos locales que se desarrollará a la vez. Es esta una obra viva, que permitirá al edificio ir cicatrizando, física pero también emocionalmente: no habrá que esperar a que las labores terminen para llenarlo de vida. El contacto con el entramado asociativo de la zona ha madurado en diferentes iniciativas: dos tardes a la semana, la Università Internazionale dell'Arte organizará talleres de restauración de libre acceso, en tanto que el conservatorio de Venecia ha facilitado instrumentos de gran tamaño —pianos y marimba— para que cualquiera pueda utilizar los espacios como cabinas de ensayo. Y para mantener vivos los lazos de comunidad, en otra de las salas una gran mesa colectiva, administrada por la cooperativa nonsoloverde, ofrece un espacio de reunión y esparcimiento.

La obra abierta de la que escribió Umberto Eco proponía un cambio de relaciones entre el autor y lector, necesario según él para que el texto no muriese. Gracias a una suma de esfuerzos y una visión de esperanza, la obra abierta de la Iglesia en Venecia —por cierto, mención especial como una de las mejores secciones nacionales de la Bienal— busca igualmente tejer vínculos por medio de la arquitectura, para poner en valor nuestro entorno compartido y a quienes lo habitan junto a nosotros. «In tal modo ci si prende cura del mondo».


Etiquetas incluidas: