Exposición 

Materiae Palimpsest. Pabellón de Marruecos en la Bienal de Venecia 2025

Exposición 

Materiae Palimpsest. Pabellón de Marruecos en la Bienal de Venecia 2025

Alberto Ballesteros  Enrique Morillo 
19/05/2025


Las aguas suben, las temperaturas se incrementan y las catástrofes naturales no dejan de sucederse, lo que revela nuestro fracaso en el cuidado del entorno y pone de manifiesto que la inacción tiene consecuencias. En este contexto de danas, incendios y sequías extremas, la apelación de Carlo Ratti a la inteligencia —sea natural, artificial o colectiva— y a entender la arquitectura como herramienta para adaptarse a un futuro incierto parecía, a priori, más que pertinente. Sin embargo, tras el impacto de las primeras intervenciones, que ilustran empíricamente los efectos de esta crisis, el recorrido por las Corderie muestra, en líneas generales, un optimismo complaciente y una fe ciega en la tecnología. No es hasta girar a la izquierda del largo corredor, dejando atrás la abrumadora sección comisariada, cuando se descubre que quizás la solución es mucho más sencilla y que la tenemos, literalmente, en nuestras manos.

Allí, tres pabellones —Marruecos, Baréin y Omán— enarbolan con orgullo sus acervos culturales y se valen de sus experiencias combatiendo la hostilidad del clima desértico para dar, ahora sí, respuestas inteligentes a algunos de estos problemas. Si en los países del Golfo centran el remedio en sagaces reinterpretaciones de tipos tradicionales, es en la tierra del Atlas donde se encuentra una excepcional confianza en lo vernáculo como medio para edificar un futuro más sostenible. En ese umbral entre pasado y porvenir, dos jóvenes comisarios, Khalil Morad El Ghilali y El Mehdi Belyasmine, confirman que la dicotomía moderna que enfrentaba los oficios tradicionales y la industria está superada, y demuestran que la tecnología puede brillar tanto en lo ensamblado por la máquina como en lo moldeado por la mano.

Todo ello lo consiguen sin caer en miradas románticas o recuerdos nostálgicos, sino a través de un fértil intercambio entre las técnicas populares heredadas y los medios digitales, aplicado en este caso a la construcción con tierra: un sistema universal que lleva siglos definiendo las edificaciones marroquíes, pero que desde hace un par de décadas experimenta un prometedor resurgimiento, gracias a sus innegables propiedades higrotérmicas y su alta capacidad de reciclaje. A fin de cuentas, son pocos los materiales capaces de ser reutilizados sin fin, de cerrar su ciclo regresando a su origen o, sencillamente, de estar disponibles tan a mano.

Más allá de exaltar las virtudes de este recurso constructivo, ‘Materiae Palimpsest’ invita a reflexionar sobre los límites del progreso y la necesidad de conservar la sabiduría acumulada durante generaciones. Esta voluntad reluce en cada uno de los elementos que componen el pabellón: desde el velo que lo envuelve, elaborado por la artista Soumiya Jalal con técnicas tradicionales de hilado, hasta el bosque de columnas, construidas mediante la superposición por tongadas de distintos métodos autóctonos de trabajar la tierra, o el dosel compuesto por útiles de trabajo colgados a salva mano.

La voz de la experiencia se hace aún más explícita en el ágora central, donde un sofisticado holograma muestra —paradójicamente— a expertos que explican sus ancestrales métodos de labor. Para que estos oficios perduren, dejan claro los comisarios, es esencial que no se rompa la cadena de transmisión del conocimiento: si hoy conocemos la tecnología almohade para erigir estructuras de tierra capaces de resistir sismos, es gracias a que ese saber ha sido relevado generación tras generación, de mano en mano.

En una disciplina que se pierde entre eficaces trabajadores poshumanos e insuperables inteligencias artificiales, es de celebrar que una propuesta defienda que no hay mayor compromiso que el del artesano con su entorno, y que para pensar el futuro quizá haya que mancharse las manos.


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