«Elizabeth se quedó maravillada. Jamás había visto un lugar más favorecido por la naturaleza, y comprendió entonces lo que podría significar ser la señora de Pemberley». Para Austen, en las señoriales country houses inglesas relucía todo un modelo productivo, social y estético por el que todavía hoy, si bien obsoleto, sentimos fascinación. Las mansiones de la campiña atesoran valores pintorescos que dan sentido al paisaje circundante —visión que libró muchos enclaves de la industrialización, incluso cuando no había conciencia ambiental—, y son al tiempo cúspide de un régimen de aires feudales, reflejo de históricas tensiones entre la privatización —las enclosures— y las tierras comunales.
Dos lecciones, la relación con el medio y la construcción de lo colectivo, que Harry Gugger extrae con didáctico empeño como punto de partida de su último curso de proyectos en la Escuela Politécnica Federal de Lausana, cuyos frutos recoge ahora esta publicación. Centrándose esta vez en el sudoeste de Inglaterra, el studio es el tercero del ciclo ‘Environmental Objects’, en el que el grupo de investigación del profesor suizo repara en los nexos, físicos y conceptuales, entre la forma arquitectónica y su contexto.
Al igual que el programa del curso, Manor Lessons se estructura en tres partes que desgranan la metodología seguida. Una cartografía territorial se aproxima en primer lugar a las múltiples realidades del ámbito delimitado, de las periferias de Bristol y Bath a las vírgenes costas de Dorset, a la que sigue un bello reportaje de la visita de campo, de miradas afines a los óleos de Constable o las creaciones con iPad de Hockney. Cierran el libro las once propuestas de los estudiantes, diversas en sus planteamientos pero quizá homogéneas en su expresión gráfica, que transforman el entorno de distintas casas solariegas con la inserción de programas comunitarios: cabales ficciones que conforman un Wessex contemporáneo —esa suerte de Macondo que Thomas Hardy situó en la región— enraizado asimismo en la identidad colectiva.