Decía Robert Capa que si una fotografía no era buena se debía a que el fotógrafo no se había colocado lo suficientemente cerca de lo retratado. Y quizá de ello adolezca buena parte de la arquitectura que nos rodea, ensimismada y distanciada de los problemas de un mundo cada día más globalizado, degradado y desigual. Pero esta implicación con la realidad defendida por el legendario fotoperiodista húngaro es interpretada cada vez por más arquitectos como el fundamento de una disciplina que se recoloca en el ámbito de la responsabilidad social.
De la pléyade de escuelas norteamericanas donde ha enseñado —una trayectoria que culminó con la cátedra que desde 1995 ocupa en la GSD de Harvard, donde fue la primera mujer al frente del departamento de Arquitectura—, Toshiko Mori ha sabido extraer reflexiones que han complementado las propias de la experiencia profesional, y que ahora se amalgaman en este monográfico de su obra reciente. De forma metódica, la arquitecta nipona radicada en Nueva York desgrana su particular aproximación al diseño, que parte de lo que ella llama ‘observaciones’: no la fría y escrupulosa óptica de un científico en su laboratorio, sino la mirada cómplice, especulativa y abierta a múltiples narraciones del arquitecto consciente de lo que le rodea.
Bien se trate de una biblioteca pública suburbana en Brooklyn, un centro de investigación high-tech en Suiza o un modesto centro comunal en el Sahel, cada capítulo se dedica a un proyecto e incluye generosa documentación —gráfica y literaria— que revela los entresijos de este proceso, desde el croquis hasta la vida posterior del edificio, en todo momento con énfasis en la participación de los usuarios y en la colaboración con otras disciplinas.
Este corpus construido y razonado no tiene más seña de identidad que la claridad de sus objetivos: un afán de entendimiento del contexto que acerque la arquitectura a los retos de nuestra sociedad, sirviéndola mejor y retratándola con mayor fidelidad.