Sherezade contaba historias para sobrevivir. El ser humano siempre ha agudizado el ingenio en momentos críticos, y este libro es testimonio de ello. Design to Live vuelve su mirada a un campo de refugiados en el corazón del desierto jordano, donde la población siria forzosamente asentada se vale, como la princesa persa, de su creatividad para salir adelante, aunque el cruel sultán de este relato no es sino la aspereza de un campamento estandarizado, la escasez de recursos y la indiferencia de las autoridades.
Fruto de tres años de colaboración del Future Heritage Lab —grupo de investigación del MIT— con los habitantes del campo de Azraq, la publicación recopila invenciones que hacen patente cómo el diseño puede devolver la humanidad a un entorno hostil. Son también pequeños actos de resistencia que, en gran medida, sacan los colores a la ayuda humanitaria, al revelar su incapacidad de satisfacer necesidades reales de los refugiados pese a las buenas intenciones.
Una edición bilingüe en inglés y árabe convierte a este en un libro reversible en el que los capítulos iniciales coinciden con los finales en la otra lengua. Entrevistas a distintos agentes dentro y fuera del campo —desde un maestro de escuela o el fundador del periódico local a arquitectos y expertos en planeamiento— enmarcan veintiún creaciones elaboradas por los moradores con los medios a su alcance para afrontar las contrariedades de la vida cotidiana en un asentamiento pensado solo para estancias temporales.
Muchas abordan menesteres esenciales, como las carretillas soldadas manualmente para poder transportar bidones del pozo comunitario a la vivienda; pero otros tantos, sin ser indispensables para subsistir, hablan de la necesidad vital de crear hogar, como la adecuación de zonas para recibir invitados en las casas o rudimentarios juguetes y columpios. Gestos, en definitiva, que buscan hacer agradable un lugar que familias enteras llevan ocupando más de mil noches con la esperanza, como en el cuento, de un feliz desenlace.