Sociología y economía 

Naciones en naufragio

La crisis institucional es la protagonista de un año marcado por catástrofes naturales, mudanzas políticas, hitos deportivos y logros científicos.

Luis Fernández-Galiano 
30/04/2013



En Why Nations Fail, el economista del MIT Daron Acemoglu y el politólogo de Harvard James Robinson exploran los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, y llegan a una deprimente conclusión: las naciones naufragan o salen adelante en función de sus instituciones, porque son éstas las que permiten o impiden a las élites poner el país a su exclusivo servicio. Al entrar en el quinto año de una crisis que ha sido sucesivamente financiera, económica, fiscal-monetaria y social, el foco ha pasado a las instituciones, crecientemente erosionadas por la percepción de que sirven sólo al mantenimiento de los privilegios de las élites. En España, este desprestigio ha afectado a partidos políticos, Parlamento, Gobierno y tribunales de justicia, pero también a sindicatos y patronal, bancos o grandes empresas, y se ha extendido a los medios de comunicación, la Iglesia o la propia monarquía. La crisis es ya institucional, y tanto el crecimiento de las desigualdades, la marginación y el paro como el adelgazamiento de las clases medias ponen en cuestión los actuales mecanismos de representación democrática. Si a estos factores se añade el escándalo interminable de la corrupción o las intratables tensiones secesionistas en Cataluña y el País Vasco, puede entenderse que España sea hoy una nación atribulada.

HIC Arquitectura, Ayuntamiento de Oostkamp

La reelección de Obama, los Juegos Olímpicos de Londres y el huracán Sandy, que apagó Nueva York, ilustran un año sombrío para el planeta, que sin embargo alcanzó Marte con una sonda y detectó el bosón de Higgs. 

No es la única en el mundo, y nuestra situación es envidiable si la comparamos con la de Siria desgarrada por una guerra civil o la de Mali amenazada por Al Qaeda del Magreb, dos extremos de un arco de crisis islámico que ha tenido en el Egipto de Morsi su Campo de Agramante político; o incluso con otros países del sur europeo, de Portugal a Grecia, que sufren con violencia la fractura social y económica de Europa. Todavía tenemos más seguridad jurídica que la Venezuela de Chávez o la Rusia de Putin, en un globo turbulento difícilmente gobernado por las dos superpotencias, Estados Unidos —donde Obama fue reelegido en una atmósfera de aguda división ideológica— y China, que vio el ascenso de Xi Jinping a la sucesión de Hu Jintao. Por lo demás, el año tuvo su cuota habitual de catástrofes naturales, seguramente acentuadas por el cambio climático, y el huracán Sandy —que puso a la ciudad de Nueva York en una situación crítica— mereció más atención que ninguna otra; de logros científicos, encabezados sin duda por la detección del bosón de Higgs en el CERN ginebrino y por la llegada a Marte de la sonda Curiosity; y de eventos deportivos, desde los Juegos Olímpicos de Londres que consagraron a Michael Phelps y a Usain Bolt como los más laureados de la historia hasta el europeo ganado por la selección española de fútbol, que se convirtió así en la primera que obtiene tres títulos consecutivos, ofreciendo autoestima a un país en horas bajas.

El clima de desaliento en España se acentúa en el ámbito de la arquitectura, golpeada a la vez por el desplome de la promoción privada (en 2012 se iniciaron 45.000 viviendas, lo que supone una caída del 95% respecto a 2006 y 2007, en pleno boom inmobiliario) y el desvanecimiento de la promoción pública, que ha sufrido la aplicación de los planes de austeridad al capítulo de inversión. Sin oportunidades de trabajo ni esperanzas de recuperación, los arquitectos mayores dejan la profesión, los más jóvenes dejan el país, y los de mediana edad —atrapados por hijos o hipotecas— dejan la clase media. Los más afortunados son los que tienen encargos fuera, una circunstancia que este año permitió celebrar la terminación de obras como la remodelación del Rijksmuseum por Cruz y Ortiz, los zocos de Beirut por Rafael Moneo, el renovado Joanneum de Graz por Nieto Sobejano, el nuevo acceso a la Galería Nacional de Praga por Josep Lluís Mateo, la residencia de estudiantes en la noruega Trondheim por Elvira, Murado y Krahe, el centro cultural en la francesa Chauffailles por Calderón, Folch y Sarsanedas o los dos edificios en Bélgica de Carlos Arroyo, la Academia y auditorio de Dilbeek y el Ayuntamiento y Centro cívico de Oostkamp.

Estación intermodal en Logroño, Ábalos Sentkiewicz
Centro de Creación Contemporánea en Córdoba, Nieto Sobejano

Con el país en crisis, los arquitectos españoles construyeron fuera obras como los zocos de Beirut, el Rijksmuseum o  el ayuntamiento de Oostkamp, y completaron dentro edificios relevantes en Logroño o Córdoba.

Zocos de Beirut, Rafael Moneo

En todo caso, en la península han seguido completándose proyectos iniciados en momentos más optimistas, como la Estación intermodal en Logroño de Ábalos Sentkiewicz, la Filmoteca Española de Víctor López Cotelo, el Centro de Creación Contemporánea en Córdoba de Nieto Sobejano y el Consejo consultivo de Zamora de Alberto Campo y otros; los palacios de congresos de Toledo y Sevilla, obras respectivas de Rafael Moneo y Guillermo Vázquez Consuegra; o la transformación por Gonzalo Moure de las Escuelas Pías madrileña en Colegio de Arquitectos, y de la prisión de Palencia en Centro cultural, llevada a cabo por Exit Architects, en un contexto en el que la rehabilitación adquiere una importancia creciente, como atestiguan los diferentes proyectos de Matadero-Madrid, distinguidos con el Premio FAD, la Serrería Belga de Langarita Navarro o el hipódromo de la Zarzuela —con las magistrales marquesinas de hormigón de Eduardo Torroja—, restaurado minuciosamente por Jerónimo Junquera. Un año pues en el que no han faltado los éxitos, y donde los premios han celebrado la carrera de tres maestros: Javier Carvajal, que recibió una largamente merecida Medalla de Oro; Juan Navarro, homenajeado en Cádiz (que recordó el segundo centenario de la primera Constitución española) por la Bienal Iberoamericana; y Rafael Moneo, distinguido en la fecha de su 75 cumpleaños con el prestigioso Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

Rijksmuseum, Cruz y Ortiz

Fuera de España, el año vio la culminación del escueto museo Parrish, construido por Herzog & de Meuron al norte de Nueva York, un refinado galpón que renunció al inicial proyecto fragmentado al reducirse el presupuesto a la cuarta parte; de la inmaterial sede del Museo del Louvre, levantada por SANAA en Lens, una zona deprimida de minería del carbón en el norte de Francia; las salas de arte islámico en la sede central parisina del mismo museo, alojadas por Rudy Ricciotti bajo una delicada alfombra voladora que cubre uno de los patios, felizmente menos polémica de lo que fue la cristalina pirámide de Pei; el velódromo diseñado por Hopkins Architects para los Juegos Olímpicos de Londres, la mejor herencia del evento junto al escultórico centro acuático de Zaha Hadid; el colosal Shard de Renzo Piano en la misma ciudad, un rascacielos que ha batido el récord de altura en la Unión Europea; el memorial de las brujas en la noruega isla de Vardø, una lírica construcción concebida por Peter Zumthor y la artista Louise Bourgeois; o la rehabilitación para viviendas del convento de las Bernardas de Tavira, una obra ejemplar de Eduardo Souto de Moura. El portugués fue el anterior ganador de un premio Pritzker que este año correspondió al chino Wang Shu, mientras Henning Larsen recibía el Imperiale, Michael Graves el Driehaus, Herman Hertzberger la medalla de oro del RIBA, Steven Holl la del AIA, Studio Mumbai el BSI Swiss Award y Álvaro Siza el León de Oro de una Bienal de Venecia dirigida por David Chipperfield, en cuyo marco se presentó también una instalación —‘Spain mon amour’— que quiso dar cuenta de la crisis hispana.

Louvre en Lens, SANAA

La abstracción atmosférica caracteriza algunas de las obras internacionales del año, como el museo del Louvre en Lens, el memorial de las brujas en la isla noruega de Vardø  o  el nuevo museo de arte Parrish en Long Island. 

Memorial de las brujas en Vardø, Peter Zumthor
Museo de Arte en Parrish, Herzog & de Meuron

La crisis fue también el telón de fondo del congreso convocado en Pamplona por la Fundación Arquitectura y Sociedad bajo el lema ‘Lo común’, que propuso poner énfasis en lo colectivo y lo corriente, todo aquello que compartimos, para enfrentarse a una situación que no reclama sólo austeridad, sino también solidaridad. Al cabo, son los vínculos comunitarios los que han de rescatarnos en el naufragio de las naciones, y también los únicos que pueden ofrecer consuelo cuando el capítulo de pérdidas no afecta a trayectorias cumplidas como las del centenario maestro brasileño Óscar Niemeyer, el británico Alan Colquhoun, el alemán Ludwig Leo, el austriaco Gunther Domenig, la italiana Gae Aulenti, el estadounidense Lebbeus Woods, el argentino Jorge Glusberg o los catalanes Joan Bassegoda y Manuel de Solà-Morales, sino que interrumpe las de amigos o colegas en la flor de su edad, como ocurrió este año sombrío en los casos de José María Rodríguez Pastrana, Darío Gazapo o Luis Moreno Mansilla, desaparecidos todos cuando más cabía esperar de su talento. Que la tierra les sea leve, a ellos y a nosotros.


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