Como contenedor de memoria, el Museo Arqueológico El Molinete que acaban de levantar Amman, Cánovas y Maruri en el centro de Cartagena debe atender a una doble y difícil exigencia: de un lado, resguardar los restos del pasado —en este caso, los de una curia romana—; del otro, erigir un edificio ajustado a las exigencias de hoy. El museo lo consigue en tres niveles distintos, que coinciden con sus tres plantas. La primera contiene el acceso y parte de los espacios de exposición, y se abre a la ciudad; la segunda se concibe como una zona de acercamiento a la excavación, y consta de un balcón que no toca los restos; la tercera —que es el corazón de la intervención— consiste en un vacío de ocho metros de altura sobre la huella arqueológica, donde se levanta una elegante estructura de piezas de plástico translúcido que sugiere la volumetría original de la curia romana.