Aunque les costara escaparse de la sombra alargada de sus maridos y muchas veces también mentores, no fueron pocas las artistas con voz propia en la Bauhaus. Entre ellas, la más singular, tanto por los campos que exploró como por su inquebrantable compromiso con la docencia y la experimentación, fue quizá Anni Albers (1899-1994).
Retoño de un matrimonio judío berlinés, Anni se matriculó en la Bauhaus de Weimar, donde conoció a Josef Albers, entonces profesor y místico de los colores, con el que se casaría en 1925. En la Bauhaus, Anni se hizo cargo de los talleres textiles, y su pasión por urdimbres y tramas sobrevivió al cierre de la Bauhaus en 1933, año en el que el matrimonio Albers, invitado por Philip Johnson, se trasladó a Carolina del Norte para iniciar un nuevo proyecto docente en una escuela entonces modesta pero que pronto se convertiría en referencia para la vanguardia estadounidense: el Black Mountain College. Desde allí, Anni se entregó a lo que se llamaría fiber art, creando un lenguaje donde entrelazaba el compromiso abstracto y colorista heredado de la Bauhaus con la sencillez poderosa del arte precolombiano que había descubierto en América. Los «tejidos pictóricos» de esta etapa fueron el germen de otra de las vocaciones de Albers: las técnicas de impresión.
El apasionante periplo por la historia y los géneros artísticos de esta singular artista se mostrará en la exposición ‘Anni Albers: tocar la vista’, que podrá visitarse en el Museo Guggenheim de Bilbao desde el 6 de octubre hasta el 14 de enero.