Las piezas habitables de Ernesto Neto (Río de Janeiro, 1964) permiten al espectador experimentar su propio cuerpo, sus sentidos y su mente. Influido por el Neoconcretismo —surgido en Brasil en la década de 1950 en defensa de la sensibilidad, la expresividad y la subjetividad en el arte—, y con la idea de que ‘lo que tenemos en común es más importante que lo que nos hace diferentes’, Neto investiga las relaciones humanas en unas esculturas orgánicas de dimensiones ingentes que apelan a la vista, el tacto y hasta el olfato. El Guggenheim de Bilbao ha dedicado al artista una muestra que, a través de una selección de medio centenar de obras, recorre los últimos veinticinco años de su carrera.