Arte y cultura  Exposición 

Bienal de Venecia de Arte 2019

Tiempos interesantes

Richard Ingersoll 
30/06/2019


Christoph Büchel, Barca Nostra (2018-19)

Aunque una de las mejores maneras de reducir la huella de carbono sea generar menos residuos, el reciclaje resulta casi igual de respetable y puede convertirse en un recurso premiado. En la 58º edición de la Biennale di Venezia, comisariada por Ralph Rugoff —el estadounidense que dirige la Hayward Gallery de Londres—, se da un deseo subyacente de hacer lo correcto a través del reciclaje creativo. Tal empieza en la concesión del León de Oro a toda la carrera a Jimmie Durham, un relativamente poco conocido artista sublime del reciclaje. Nacido en Houston y con orígenes cherokees, Durham ha sido un activista en defensa de los derechos de los nativos americanos. Se describe a sí mismo como «una persona sin hogar en el mundo», y compone fetiches con desechos procedentes de naufragios. Ha presentado en la Biennale The Largest Mammals in Europa, una serie de estructuras-esqueleto compuestas con cañerías, barras de hierro y muebles viejos a menudos cubiertos con harapos para dar la sensación de ser verdaderos cuerpos, a los que Durham ha añadido cráneos de animales reales para sugerir su probable extinción. En una segunda instalación, Serpentinita, el artista deconstruyó la arquitectura en cuanto forma de opresión. Con este fin, engastó en un bastidor negro una pieza de mármol gris oscuro de dos metros de largo y adornada con vetas blancas. Un texto colocado junto a la pieza informa de los orígenes de la piedra cerca de Calcuta, de los trabajadores que la extrajeron, del grupo un poco mejor pagado que la cortó, de cómo la piedra se transportó a Bombay, se envió en contenedores a través del Canal de Suez hasta llegar al Mediterráneo, directamente hasta Gibraltar y después al puerto de Hamburgo, ya en el Báltico, desde donde llegó en ferrocarril hasta Berlín. Fue allí donde el artista compró la piedra de seiscientos kilos, pagó a un soldador para que hiciera un bastidor para sostenerla y luego la envió por camión a Mestre, desde donde fue finalmente transportada a la Bienal. Aunque el artista no hiciera nada por sí mismo, su Serpentinita se convirtió en un producto de su personal método paleontológico, cuando no en un modelo de la globalización...


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