La arquitectura es una disciplina híbrida e ’impura’ que, lejos de fundarse en principios teóricos independientes, depende en gran medida de los puntos de vista téoricos de otras áreas de conocimiento. La práctica de la arquitectura acrisola ingredientes de categorías contradictorias, como la materialidad y el sentimiento, la construcción y la estética, los hechos físicos y las creencias culturales, el conocimiento y los sueños, el pasado y el futuro, los medios y los fines. Durante las últimas décadas, la arquitectura ha sido examinada desde perspectivas diversas, como la psicología, el psicoanálisis, la lingüística estructuralista, los estudios antropológicos, y las filosofías deconstructivista y fenomenológica. El rápido desarrollo de las tecnologías digitales ha proporcionado, por otro lado, un horizonte completamente nuevo.
Junto al discurso, hoy popular, sobre la realización humana, y al énfasis puesto en las cualidades vivenciales, varios descubrimientos de las neurociencias apuntan a una comprensión más profunda de las implicaciones mentales del arte de construir. Los recientes hallazgos sobre la complejidad y la plasticidad del cerebro humano y los sistemas neuronales ponen de relieve la naturaleza innatamente multisensorial de nuestras experiencias existenciales y arquitectónicas. Estos puntos de vista desafían las aproximaciones visuales a la arquitectura, y sugieren que las vivencias arquitectónicas realmente significativas surgen de encuentros existenciales más que de percepciones retinianas. El reciente descubrimiento de las neuronas espejo nos ayuda a entender los orígenes de la empatía, y cómo podemos experimentar las emociones en los fenómenos espaciales y materiales.
Los experimentos científicos revelan los procesos que tienen lugar en el cerebro humano, así como sus dinámicas y sus interacciones. Experimentar significados mentales y poéticos a través del espacio, la forma, la materia y la luz es, sin embargo, un fenómeno de orden diferente al de una mera observación de las actividades del cerebro. Por eso, insertar el conocimiento neurológico en marcos filosóficos apropiados parece un método adecuado para acercarse a los misterios del significado artístico. Este doble enfoque da lugar a la neurofenomenología.
El creciente interés por la neurociencia de la arquitectura ha llevado a la creación de la Academia de Neurociencias de Arquitectura (ANFA) en San Diego. Además de sus proyectos de investigación, la Academia organiza conferencias anuales sobre diversos aspectos del tema. En noviembre de 2012, por ejemplo, esta institución y la Escuela de Arquitectura Frank Lloyd Wright convocaron una conferencia pionera bajo el título ’Minding Design: Neuroscience, Design Eduaction and the Imagination’, en la que participaron científicos y arquitectos.
La interacción entre las neurociencias y la arquitectura ofrece un vasto potencial para mejorar la calidad de nuestros entornos. Cualquier prueba científica de un fenómeno mental y sus consecuencias sobre nuestros ambientes vitales, sin duda ayudará a que se demande una mayor calidad arquitectónica. Obviamente, este diálogo está en sus comienzos y hasta ahora ha sido dirigido por neurocientíficos. Con todo, el neurólogo Semir Zeki ha puesto de relieve que los grandes artistas han sido siempre grandes neurólogos, en el sentido de que han sido capaces de comprender intuitivamente cómo trabaja la mente humana y cómo resulta estimulada mediante imágenes poéticas. En su libro Proust y la neurociencia Jonah Lehrer ha ido más allá, argumentando que los grandes artistas, incluso los de hace más de un siglo —por ejemplo, Walt Whitman, Marcel Proust, Paul Cézanne, Igor Stravinsky y Gertrude Stein— anticiparon con su arte algunos descubrimientos neurológicos recientes. Por todo ello, resulta obvio que la investigación neurocientífica de las experiencias y los significados arquitectónicos habrá de buscarse en un diálogo profundo entre los científicos y los arquitectos.
