Ciencia y tecnología 

El arte de la realidad

Francis Kéré, Anna Heringer, Carla Juaçaba

Juhani Pallasmaa 
28/02/2015


Kéré Architecture, Surgical Clinic, Léo (Burkina Faso)

En el prólogo de su novela Crash, J. G. Ballard sostiene que la relación entre la ficción y la realidad en la literatura está en vías de invertirse: como vivimos cada vez más en mundos ficticios, la tarea del escritor ya no consiste en inventarse una historia, como solía hacer hasta ahora, sino imaginar la realidad. En este mundo de hoy en el que se manipulan las experiencias, los deseos y los sueños, ¿no debería también darse la vuelta al oficio de arquitecto para pedirle que también él redescubra la realidad? Hace cuatro décadas que Alvar Aalto hizo, en este sentido, una declaración que invita a pensar: «El realismo, por lo general, constituye el estímulo más fuerte para mi imaginación.»

En nuestro mundo industrializado y rico, hemos asistido a décadas de un hasta entonces nunca visto éxtasis arquitectónico: cualquier cosa imaginable resultaba posible. Sin embargo, después del primer efecto sorpresa, esas invenciones formales y estructurales ya no enriquecen nuestras vidas; la novedad se ha desvanecido muy rápido para convertirse en un sentimiento de insignificancia y aburrimiento. En la construcción actual, definida por el acceso a recursos y medios ilimitados, por ambiciones obsesivas, por la competencia mediática y por expresiones crecientemente autistas, los nuevos edificios a menudo parecen emplazarse en un mundo de ensueño, ficticio y estetizado, un mundo con un débil sentido de la realidad.

Pero ¿no es la tarea mental de la arquitectura articular y dignificar las relaciones con nuestro mundo de experiencias? ¿No es su deber estructurar el significado existencial de nuestros encuentros cotidianos con ese mundo? Como Maurice Merleau-Ponty expresara, «no hemos venido a ver la obra de arte, sino el mundo conforme a la obra de arte». En realidad, la arquitectura parece haber entrado en su propio mundo autónomo, que no media nuestras relaciones con las realidades de la vida, y sus edificios parecen haber perdido la capacidad épica de conectarnos con los verdaderos relatos de la cultura, la vida y la construcción.

«La música comienza a atrofiarse cuando se separa demasiado de la danza (...) La poesía comienza a atrofiarse cuando se aleja demasiado de la música»: son palabras que Ezra Pound escribe en The ABC of Reading. Cuando miro los atractivos edificios actuales, a menudo siento que la arquitectura se ha olvidado también de su función originaria: establecer un punto de apoyo para la existencia humana. Las muchas variantes producidas a través de la evolución de la arquitectura todavía se hacen eco de los actos primordiales del habitar. He aprendido a valorar esta visión conservadora, no como una forma de nostalgia o tradicionalismo, sino en cuanto una fuerza viva de renovación verdadera, en el sentido en que T. S. Eliot e Igor Stravinsky definieron el papel de la tradición.

Debido a esta enajenación de la arquitectura respecto a su base existencial, y a la deriva hacia un mundo de estetización carente de las razones esenciales que dan a los edificios su sentido, su realidad y su autoridad, encontramos que los escenarios históricos y vernáculos nos resultan cada vez más reconfortantes; refuerzan nuestro sentido de lo real. Este tipo de edificios parecen no haber cortado ese cordón umbilical con los orígenes que es el único que puede proveer a la arquitectura de significado, de savia vital. Estamos empezando a aburrirnos de lo nuevo y lo único, ¿no es cierto? El significado no se puede inventar; el significado arquitectónico es existencial y surge de un encuentro vital. Deseamos una arquitectura arraigada, la poética de la humildad y la razón.

En los últimos años, un número cada vez mayor de revistas ha venido publicando proyectos de los lugares más humildes del mundo. Las conferencias y las exposiciones a menudo también se han planteado con una sensibilidad semejante, como ‘Architecture of the Essential’ y ‘Edge-parametric architecture’ (Jyväskylä, 1994 y 2009), ‘Small scale, Big change’ (Nueva York, 2010) o ‘Arquitectura Necesaria’ (Pamplona, 2014), por no hablar del creciente interés por la sosteninilidad. La reciente Bienal Panamericana celebrada en Quito premió una humilde casa de bambú y una granja de caballos en vez de cualquiera de los cientos de proyectos de sesgo tecnológico que se habían presentado. También el Premio Aga Khan ha conseguido que muchos proyectos del mundo islámico reciban atención internacional. En noviembre del año pasado, se concedió el Premio Schelling a Diébédo Francis Kéré, al que siguieron dos finalistas: Anna Heringer y Carla Juaçaba, toda una representación de visiones sobre la arquitectura que surgen del sentido de la realidad. El tema del premio había sido, no en vano, ‘Ingenuidad indígena’ (Indigenous ingenuity) y había planteado esta pregunta: «¿Cómo puede una arquitectura imaginativa y anclada en el lugar satisfacer las necesidades humanas básicas de una manera expresiva?»

Kéré Architecture, Atelier Gando, Gando (Burkina Faso)

Diébédo Francis Kéré

Diébédo Francis Kéré (1965) se ha convertido en representante ejemplar y en portavoz de una arquitectura que está comprometida con las tradiciones locales y las habilidades artesanales, pero que se define mediante una sensibilidad básicamente moderna por el diseño volumétrico, espacial y estructural. Los edificios de Kéré tienen la claridad y la autoridad de las casas tempranas de Le Corbusier inspiradas en las construcciones vernáculas como una alternativa al cansino academicismo de la época. Kéré se crió en Burkina Faso como un miembro más de su clan y fue el primero de su pueblo en ir a la escuela. Se formó como arquitecto en la Technische Schule de Berlín, y diseñó como proyecto fin de carrera una escuela para su aldea natal, Gando. Una vez construida, la escuela le hizo merecedor del Premio Aga Khan.

A partir de este éxito temprano, Kéré se embarcó en un trabajo cosmopolita, enfrentándose a proyectos que tenían que ver con realidades socioeconómicas y culturales completamente distintas. La fuerza de sus edificios africanos surge del reconocimiento de las condiciones climáticas y socioeconómicas locales, pero son también tipos autónomos que pueden ajustarse a diferentes situaciones. En este sentido, Kéré es a la vez un insider y un outsider respecto a las tradiciones de su tierra, lo cual le ayuda probablemente a no recaer en un enfoque romántico y pintoresco. Con todo, independientemente de la autonomía y de la lógica personal de su arquitectura, sus edificios presentan un fuerte sentido del lugar, una especificidad cultural y una atmósfera emotiva. Su arquitectura funde la razón con el sentido de la alegría y el gozo. Se trata de algo que, probablemente, tiene más que ver con la estructura mental del autor que con un propósito consciente. Kéré considera la colaboración con la población local como algo esencial para el éxito de sus proyectos: «Sólo los que se involucran en el proceso pueden apreciar los resultados que se alcanzan, desarrollarlos y al cabo protegerlos.»


Pese a estar construidos con materiales y técnicas tradicionales y atender a las necesidades específicas de las comunidades, los edificios de Kéré no recaen en el romanticismo o el pintoresquismo buenista.

Kéré utiliza sobre todo ladrillos de barro tanto en muros de carga como en cubiertas tabicadas protegidas con tejados metálicos ligeros. Recientemente, ha experimentado también con vasijas cerámicas colocadas en las bóvedas para reducir su peso, mejorar su acústica y crear patrones visuales que resulten familiares. El recurso a las vasijas cerámicas anuda con fuerza sus edificios con las tradiciones artesanales del lugar.

Por ahora, los edificios de Kéré han sido variados, desde escuelas o centros de salud hasta obras singulares como el National Women’s Association Center en Gando (Burkina Faso), el Center for Earth Architecture en Mopti (Mali).

Anna Heringer, Centro de formación DESI, Rudrapur (Blangladesh)

Anna Heringer

El trabajo de Anna Heringer (1977) ha sido también muy publicado y premiado. Heringer proviene de la región fronteriza en Austria y Baviera, pero a los 19 años viajó a Bangladesh, donde vivió un año, convirtiéndose en una apasionada de la arquitectura local, y de sus tradiciones, saberes y materiales. Fue un conocimiento que aplicó en su propio proyecto fin de carrera en la Universidad de Linz (Austria), la Meti School en Rudrapur (Bangladesh), una obra que pudo construir. Después de este éxito temprano, Heringer ha construido y enseñado en Europa, Asia y África. Sus edificios suelen estar construidos con arcilla y paja, que se emplean en los muros, y con bambú, que se usa como estructura y ornamento. El bambú evoca las construcciones vernáculas pero, como ocurre con Kéré, sus edificios tienen su propia lógica y carácter. El barro se usa en su mayor parte para crear espacios íntimos, protectores y hápticos en la planta baja, mientras que el bambú permite resolver luces mayores y crear un refugio climático. Hoy se da un creciente interés en el uso del bambú en estructuras, mobiliario, superficies y objetos; el bambú es además una materia prima que crece de una manera extraordinariamente rápida, por lo que resulta evidente que su empleo como material contemporáneo está sólo en sus inicios.

Los edificios de Heringer se basan en una lógica técnica convincente y en el uso de habilidades locales, pero aunque respondan a necesidades apremiantes, poseen un carácter elevado y optimista. El uso de motivos ornamentales y de colores vibrantes contribuye a dotarlos con un aire de celebración. 

Anna Heringer, Three Hostels in Baoxi (China)
Construidos en diálogo directo con la población local, los edificios de Heringer combinan la hapticidad de materiales como el barro o la piedra con la ligereza orgánica y la permeabilidad que sugiere el bambú.

El credo de Anna Heringer tiene su objetivo final en las capacidades emancipatorias de la arquitectura. Para ella, esta aspiración es también la base sobre la que se sostiene la belleza. «La motivación de mi trabajo es explorar y usar la arquitectura como un medio para fortalecer la confianza que tiene en sí mismo un individuo y una cultura, para apoyar las economías locales y fomentar el equilibrio ecológico (...) Para mí, ‘sostenibilidad’ es sinónimo de ‘belleza’. Un edificio que es armonioso en su diseño, su estructura, su técnica y el uso que en él se hacen de los materiales, así como en su emplazamiento, el ambiente que lo rodea, el usuario y el contexto socioeconómico: esto es lo que, a mi juicio, define a algo como sostenible y bello.» De hecho, en el mundo actual, la sostenibilidad difícilmente se puede seguir considerando como un objetivo puramente técnico. La aspiración a lo sostenible se ha convertido en un nuevo y deseable modo de vida, una ética, y se experimenta como un nuevo tipo de belleza.

Carla Juaçaba, Casa Mínima, Río de Janeiro (Brasil)

Carla Juaçaba

Carla Juaçaba (1976) ha trabajado desde 2000 como arquitecta independiente. Se la conoce por su arquitectura doméstica de formas sencillas pero emocionalmente intensas, como la Casa Bonito (2005), la Casa Varanda (2007) y la Casa Minima (2008). Son proyectos concebidos como esquemas formalmente abstractos, en los que los muros de fábrica pesados contrastan con la madera o el acero de los suelos y las estructuras de cubierta. La abstracción formal se yuxtapone con las paredes de piedra que aluden metafóricamente a la naturaleza, el tiempo, el envejecimiento y la gravedad, y que procuran un sentido de estabilidad y arraigo.

Su mayor proyecto hasta la fecha es el Pabellón de la Humanidad para la segunda Conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible, que tuvo lugar en 2012; un proyecto desarrollado en colaboración con el artista Bia Lessa, y que se ubicó en un el emplazamiento de un fortín histórico de Río de Janeiro. El pabellón temporal consistió en una inmensa, efímera y traslúcida estructura que albergaba las diferentes funciones del evento, y que se sostenía mediante cinco andamios de 170 metros de longitud y 20 de ancho. Sus volúmenes flotando en el espacio sugerían las utopías que Yona Friedman concibió en las décadas de 1950 y 1960. Sintonizando con el tema de la conferencia —la sostenibilidad—, el pabellón se construyó con un sistema estandarizado de andamios y otros materiales comunes que se pudieron reutilizar una vez desmontado el edificio.

Autora de pequeñas casas y de grandes pabellones, Juaçaba ha desarrollado un singular lenguaje donde el recurso a materiales y técnicas sostenibles se funde con geometrías tan rigurosas como despojadas.

El trabajo de Juaçaba aspira a la elegancia, la sensualidad y la experiencia de los contrastes: la levedad y la gravedad, la abstracción y el sentido de lo real. Sus proyectos expositivos también desprenden el mismo sentido de ligereza e inmaterialidad, como ejemplifica la instalación Isostasy, que se mantiene unida sólo por la acción de imanes.

Aunque sus trabajos no están directamente comprometidos con problemas sociales, el enfoque de Juaçaba en la reducción formal, la pureza expresiva y el deliberado interés en la sostenibilidad da pie a una arquitectura ascética y poética que desprende un aire que es así mismo ascético y ético. Pero, aparte de la abstracción, su trabajo refleja el espíritu virtuoso de la modernidad brasileña y, en la ordenada elegancia de sus casas, evoca en parte el racionalismo de las Case Study Houses de las décadas de 1940 y 1950.

Hace un siglo, la música, la pintura y la escultura modernas buscaron inspiración para su experimentación artística radical en la música popular, así como en el arte primitivo y naif. Al mismo tiempo, muchos arquitectos de la modernidad temprana sintieron la influencia de las arquitecturas tradicionales, sobre todo la japonesa. El estructuralismo arquitectónico de las décadas de 1950 y 1960 buscó inspiración, por su parte, en los estudios antropológicos, especialmente en las tradiciones constructivas del Sahel y del Norte de África. ¿Tendremos también nosotros, después de varias décadas de una arquitectura ocularcentrista y estetizada, que inspirarnos de nuevo en las culturas de la realidad y la necesidad? Creo que es necesario recuperar los propósitos primarios y las raíces evolutivas de la arquitectura.


Etiquetas incluidas: