Más que una autopista
El proyecto de remodelación de la M-30
Los grandes proyectos de infraestructuras como el de la M-30 en Madrid conceden a las ciudades la oportunidad de renovarse, ponerse al día y mejorar sus espacios. Esto es aún más cierto cuando tales proyectos persiguen objetivos múltiples y, en especial, cuando buscan el bien común. Durante los preparativos para los Juegos Olímpicos de 1992, Barcelona construyó Las Rondas —la circunvalación de la ciudad— reduciendo sustancialmente los atascos en el centro, abriendo la ciudad al mar y dotándola de aparcamientos y de equipamientos comunitarios. El Big Dig de Boston—el soterramiento de su arteria principal de circulación— tiene un contenido semejante, facilitando el acceso a la ciudad, permitiendo la conexión entre barrios que de otra forma estarían aislados e insertándose de manera significativa en la serie de espacios públicos de ocio y al aire libre. Más recientemente incluso, las nuevas circunvalaciones y otras mejoras del tráfico previstas en el frente marítimo de Tokio prometen corregir gran parte de los errores de las antiguas intervenciones de los años sesenta. Muchos de estos proyectos actuales han cambiado la visión negativa de los ciudadanos, comprensiblemente decepcionados por los enormes viaductos de hormigón y asfalto que irrumpían desconsideradamente en los barrios, creando barreras entre grandes áreas urbanas, aumentando la dependencia del automóvil en detrimento de otras alternativas y ofreciendo en realidad poca cosa bajo la excusa de dotarlas de usos mixtos y de servicios públicos relacionados. De manera significativa, el planeamiento de las grandes autopistas urbanas llegó a su fin en los años setenta en medio de protestas públicas que sólo se retomarían recientemente y en relación con otras mejoras, diseñadas con mayor cuidado, como el Big Dig de Boston... [+]