Inquietantes figuras con bombín, rostros velados, celajes imposibles y cuadros dentro de cuadros componen el icónico cosmos de René Magritte, al que uno puede asomarse hasta el 30 de enero en el Museo Thyssen-Bornemisza, en la gran retrospectiva de su obra que ha comisariado Guillermo Solana, la primera celebrada en Madrid desde 1989. La exposición incide en el componente repetitivo de la pintura surrealista del belga, que exploraba obsesivamente temas a los que volvía una y otra vez en un sinnúmero de variaciones donde se funden lo absurdo y lo misterioso.