David Chipperfield se hizo una casa en Corrubedo y ahora se propone rehacer Galicia. Su Fundación RIA (Rede de Innovación Arousa) quiere promover el desarrollo sostenible y la calidad de vida en la ría de Arousa, poniendo en marcha experiencias que puedan ser útiles para el conjunto de las Rías Baixas, y con el tiempo completar proyectos que sirvan de ejemplo y estímulo para el resto de Galicia. La ambición y la generosidad del empeño son insólitas, pero se inscriben en una tradición profesional que el gallego Alejandro de la Sota solía recordar citando a su colega Víctor d’Ors, «el arquitecto da siempre liebre por gato». Este afán por dar más de lo que se le pide, por desbordar los límites del encargo y por ampliar su responsabilidad con el cliente a la sociedad entera caracteriza a una profesión que ha sabido mediar entre los intereses privados y los públicos, y asumir con frecuencia un papel cívico. Sin embargo, pocos arquitectos contemporáneos —en el actual contexto de declive de la esfera pública y deterioro del debate político— han invertido tanto tiempo y esfuerzo en la regeneración paisajística, económica y social de un país adoptado, y menos aún lo han hecho con la inteligencia estratégica e institucional de este británico gallego, cuya casa fue el grano de mostaza del que ha brotado el árbol frondoso de la Fundación...