Aunque su apellido evoque en inglés una casa con aire acondicionado (cool house), en neerlandés se refiere a una de las mayores causas antropogénicas del cambio climático: el carbón. La relación me viene a la mente porque hace veinte años, en el ambiente climatizado de Houston, en Texas, Koolhaas, que se había escapado de una cena oficial, me pidió que le llevase a algún sitio para comer algo, y en el camino, después de compartir nuestro mutuo interés por el fenómeno del sprawl, le pregunté su opinión sobre la ecología. Me miró con su mejor cara de póker y me soltó: «Creo que debe ser muy interesante», como si nunca hubiera pensado antes en el asunto. Se trataba probablemente de una estratagema para evitar que se le asociase con un tema tan políticamente correcto. Como Robert Smithson, Koolhaas tiene un genuino interés con los aspectos éticos del medioambiente, pero no quiere de ningún modo que se le asocie directamente con ellos desde el punto de vista ideológico. De ahí que en su texto para el catálogo de la Bienal de Venecia —dirigida por él en 2014— Koolhaas convirtiese la sostenibilidad en una parte de la nueva tríada vitruviana de lo políticamente correcto: «Sustituyendo a la liberté, egalité y fraternité de la Revolución Francesa, se ha adoptado una nueva trinidad universal: confort, seguridad, sostenibilidad. Esta nueva trinidad está imponiendo su inevitable e irreversible dictadura en todos los ámbitos, y la arquitectura se ha entregado a ella con entusiasmo masoquista.»...
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