Acostumbrados a considerar la casa familiar como unidad de consumo, con frecuencia olvidamos su papel esencial de unidad de producción. Primordial en el mundo rural, donde la explotación agrícola y la casa se confunden, y no menos importante en la vivienda urbana del artesano o el comerciante, la casa es hoy aún —y acaso lo sea más en el futuro— un lugar de trabajo. Me refiero, desde luego, a un trabajo exterior remunerado; el trabajo interior y gratuito se entreteje de tal modo con todas las facetas de lo cotidiano que difícilmente podría comentarse por separado...
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