Las tapias del jardín encierran un proyecto de felicidad individual. Cultivar el propio huerto o cuidar el jardín son metáforas del abandono de la pasión colectiva; y la naturaleza domesticada e íntima del jardín es un sucedáneo aceptable del paraíso: no hay jardín que no sea en potencia un jardín del Edén. Hay pocas voluntades tan tenaces como la del jardinero: bajo el rostro apacible se oculta una determinación robusta, persuasiva y vegetal. Si bien se piensa, no parece que exista otra manera de perseguir la felicidad personal...
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